En la biblioteca vive el Mono de la Tinta. Se esconde entre mis libros y acecha mis tinteros. Cuando cree que no lo veo, olisquea mis lapiceras. Se trepa a una pila de libros y, por sobre mi hombro, trata de adivinar qué escribo. Escucho su respiración acompasada, anhelante, mientras lee. Lo sospecho en puntas de pie, haciendo equilibrio, pero, cuando me doy vuelta, siempre desaparece.

Dos cosas le gustan sobremanera: La tinta y las historias.

El otro día, al caer el sol, me acerqué silenciosamente. Me escondí en las sombras, detrás de las cortinas. La noche avanzaba lenta como el río espeso de mis sueños.

Entonces, cuando ya casi se me cerraban los párpados, lo vi: se acercó canturreando una cancioncita pegadiza y destapó todos los tinteros en un bailecito alegre. Después, sentado sobre sus patas sacó una historia del tintero con sus dedos largos.

“Había una vez…”. Y la tinta, sangre del cuento, se deshizo en gotas negras sobre el piso, desmigajándose en mil historias de dragones, de caballeros, de batallas, y en la historia de un mono que bebe tinta, una tinta negra y brillante, como los ojos negros del Mono de la Tinta

Gabi Casalins, septiembre de 2013

martes, 23 de junio de 2020

La Bella Durmiente: Tríptico con yapa







Tres microrrelatos (+1) para contar la Bella Durmiente


1. La mamá de la Bella Durmiente se casó con el papá de la Bella Durmiente y tuvieron una hijita. Llegó la abuela, que era un poco refunfuñona y que venía molesta de mucho viajar, se acercó a su nieta, la miró y dijo: “Esta niña es bastante feucha”. Y así, con cinco palabras, se cargó todo un cuento.

2. Llegó la primera Hada Madrina y le dijo a la niña, “vas a ser bella”, llegó la segunda Hada Madrina y le dijo, “vas a ser buena”, luego, entró la Malvada, y le dijo, “vas a morir a los 15 años”, y entró, por fin, la tercera Hada Madrina, y quiso arreglar lo de la Malvada, dijo “vas a despertar”. Tanta Hada Madrina y ninguna se acordó de darle inteligencia.

3. El Príncipe Encantador hizo lo que le dijeron que hacían los Príncipes: subió una montaña, bajó un valle, mató a un dragón, hizo huir a la bruja, cortó con su espada hileras e hileras de grandes espinas, llegó hasta donde estaba la Bella, y le dio un beso. A él le pareció que ella olía a bolitas de alcanfor, y a ella que él olía a ajo. Fueron felices. Eso dicen.

3bis. El Príncipe Encantador hizo lo que le dijeron que hacían los Príncipes: subió una montaña, bajó un valle, mató a un dragón, hizo huir a la bruja, cortó con su espada hileras e hileras de grandes espinas, llegó hasta donde estaba la Bella, y… ¿dónde estaba Bella? En su lugar sólo encontró el despertador que una de sus Hadas Madrinas le había regalado cuando cumplió los 15, “porque, le había dicho, no puedes confiar tu  futuro a  un completo desconocido”.

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