En la biblioteca vive el Mono de la Tinta. Se esconde entre mis libros y acecha mis tinteros. Cuando cree que no lo veo, olisquea mis lapiceras. Se trepa a una pila de libros y, por sobre mi hombro, trata de adivinar qué escribo. Escucho su respiración acompasada, anhelante, mientras lee. Lo sospecho en puntas de pie, haciendo equilibrio, pero, cuando me doy vuelta, siempre desaparece.

Dos cosas le gustan sobremanera: La tinta y las historias.

El otro día, al caer el sol, me acerqué silenciosamente. Me escondí en las sombras, detrás de las cortinas. La noche avanzaba lenta como el río espeso de mis sueños.

Entonces, cuando ya casi se me cerraban los párpados, lo vi: se acercó canturreando una cancioncita pegadiza y destapó todos los tinteros en un bailecito alegre. Después, sentado sobre sus patas sacó una historia del tintero con sus dedos largos.

“Había una vez…”. Y la tinta, sangre del cuento, se deshizo en gotas negras sobre el piso, desmigajándose en mil historias de dragones, de caballeros, de batallas, y en la historia de un mono que bebe tinta, una tinta negra y brillante, como los ojos negros del Mono de la Tinta

Gabi Casalins, septiembre de 2013

jueves, 30 de octubre de 2014

Dos pequeños escritores destacados

Seguimos buscando pequeños grandes escritores. Y nos hemos encontrado con Fausto y Sofía. Ambos son alumnos del Colegio Arcoíris: Fausto Ludueña está terminando 1º de EP, y Sofía Bonfiglio Giaccio, 3º.


AZULITO

     Había una vez un bicho llamado Azulito. Vivía en un agujerito de la pared.
    Cierto día se aburrió y salió a pasear por la casa, se metió por una canilla.Caminó por la cañería hacia adelante. De pronto, escuchó un ruido... El agua lo arrastró y cayó a la bañera.

    Mariqueta, la señora de la casa, se preparaba para darse un baño. Entró al agua y la bañera rebalsó.
    Azulito estaba nadando feliz, cuando una ola lo arrastró, casi se va por el desagüe.
Asustado, decidió regresar a su casita en la pared y terminar el paseo.
(Fausto Ludueña, 1º EP)


LAS TRAVESURAS DE MILAGRITOS

     Había una vez una hermosa niña de cabellos rizados y rojizos, llamada Milagritos. La pequeña era muy traviesa. Todos los días atrasaba los relojes de toda la casa. Su papá llegaba tarde al trabajo, su mamá salía con los pelos parados, sus hermanos llegaban tarde a la escuela, y ella dormía muy feliz un buen rato más.
     Un día resultó que, al querer cambiar los relojes nuevamente, sus papás estaban esperando al travieso y descubrieron quién era.
     Ya en penitencia, se puso a pensar otra travesura, y se le ocurrió esconder toda cosa que se le atravesara por su camino. Escondió llaves, zapatos, lápices, pelotas...
     Un día fue a casa de su amiguita Aldana, que tenía pileta, y al no poder encontrar, ni ella misma, su malla, quedó sin poder jugar en el agua, sentada en una silla, y viendo cómo Aldana chapoteaba.
     A partir de ese día, comprendió que las travesuras que había hecho estaban mal, y se puso a devolver todas las cosas que se habían ido extraviando, pidiendo perdón con besos y abrazos.
(Sofía Bonfiglio Giaccio, 3º EP)

viernes, 3 de octubre de 2014

Lo que Teo no dice

En los próximos días tendremos la oportunidad de presentar, en el Instituto Eureka, el nuevo libro de Gabi Casalins, Lo que Teo no dice, publicado por La brujita de papel. Les ofrecemos aquí, además de la reseña que aparece en el sitio de la editorial, un breve fragmento de la historia de Teo y su tortuga Antigua:





Teo sufre el bullying de Hernán, un compañero que ahora también se dedica a molestar a la buena de su amiga Marianita. Con la inundación de La Plata como telón de fondo y la ayuda de Antigua Pasolento, una tortuga muy especial, Teo se enfrentará  a una de las decisiones más difíciles de su vida.


(...)Todo mojado como estaba me costó reconocerlo, pero era él: Hernán. ¿De todos los chicos que podían entrar por mi ventana en una noche de inundación tenía que ser él? Hernán. El que me molesta en la escuela. El que se burla porque me gusta leer. El que me agarró del cuello en el baño cuando le dije que si seguía molestando le iba a decir a la maestra. El que me dice: “Anteojudo”, “Chicato”, “Gordo papa”, “Mariquita”(...)




(...)Entonces, desde adentro de la mochila que colgaba en el respaldo de la silla, escuché la voz de Antigua Pasolento que me decía enojada:
-¿Cuál es la maravilla que tú la ocultas?
 Palabras que son claras, tú las sepultas.
 Palabras que son puentes de orilla a orilla,
 palabras que tú sabes, unen las gentes…

Desesperado miré para todos lados. Los chicos estaban doblados sobre las cuentas en sus carpetas y nadie parecía haber oído las palabras de Antigua Pasolento. Si se daban cuenta, estaba frito (...)