En la biblioteca vive el Mono de la Tinta. Se esconde entre mis libros y acecha mis tinteros. Cuando cree que no lo veo, olisquea mis lapiceras. Se trepa a una pila de libros y, por sobre mi hombro, trata de adivinar qué escribo. Escucho su respiración acompasada, anhelante, mientras lee. Lo sospecho en puntas de pie, haciendo equilibrio, pero, cuando me doy vuelta, siempre desaparece.

Dos cosas le gustan sobremanera: La tinta y las historias.

El otro día, al caer el sol, me acerqué silenciosamente. Me escondí en las sombras, detrás de las cortinas. La noche avanzaba lenta como el río espeso de mis sueños.

Entonces, cuando ya casi se me cerraban los párpados, lo vi: se acercó canturreando una cancioncita pegadiza y destapó todos los tinteros en un bailecito alegre. Después, sentado sobre sus patas sacó una historia del tintero con sus dedos largos.

“Había una vez…”. Y la tinta, sangre del cuento, se deshizo en gotas negras sobre el piso, desmigajándose en mil historias de dragones, de caballeros, de batallas, y en la historia de un mono que bebe tinta, una tinta negra y brillante, como los ojos negros del Mono de la Tinta

Gabi Casalins, septiembre de 2013

lunes, 6 de diciembre de 2021

“Admirar las maravillas: un encuentro imaginario con María Elena Walsh” Por Adrián Ferrero

  En este texto alegre y profundo Adrián Ferrero nos trae como regalo una charla imaginaria con María Elena Walsh. Si de delicias se trata, vaya este bocado dulcísimo para ustedes, queridos lectores de El mono de la Tinta

“Admirar las maravillas: un encuentro imaginario con María Elena Walsh”

Por Adrián Ferrero

 




-Buenas tardes, María Elena. Muchas gracias por recibirme en su casa-, pronuncio algo amedrentado por tanto talento guardado como en una cajita de nácar, delicada y sutil.

-Sí pasá. ¿Y si nos tuteamos?


-Sí, para mí sería un gusto. Pero usted es una figura tan enorme que diera la impresión de ser un monumento más que una mujer. Un monumento al talento, a la creatividad, a los principios éticos, a la ductilidad, a la plasticidad, a la capacidad de trabajo, a la vida aventurera.


-Eso son calumnias, diría Borges. Yo solo soy una mujer de la cultura. Eso sí, tenés razón, me he comprometido con ciertos derechos que considero importantes. Uno de ellos es el del reconocimiento mujeres para que sean respetadas. Y estén a la par del varón. Eso he intentado hacer toda la vida. Pero me ha salido solito. No lo busqué. Simplemente un día me puse curiosa. Creativa. Me dieron ganas de viajar. Conocí gente maravillosa con quienes compartir la vida. Amigos, amigas, músicos, músicas, musicólogas, como Leda Valladares, con quien durante más o menos diez años consolidamos el dúo “Leda y María”.
Y esa parte de mi vida fue decisiva. Porque si bien yo venía de la poesía, este nuevo ingrediente que me proporcionaba la música, era una herramienta novedosa. Recursos renovados para seguir interpretando primero, más tarde, cuando me convertí en compositora para adultos y niños, tomé de allí muchos ritmos, géneros, mezclé la harina con el agua, como quien dice. Un poco de sal. Por mi parte, si me lo permitís, un toque de queso sardo rallado. El queso me encanta. Es una de mis comidas favoritas. Me gustan las picadas ¿Te gustan las picadas, Adrián?

-Sí, muchísimo. Pero las como muy de vez en cuando. No tengo la costumbre de comprar o encargar para que me traigan a casa. Soy de comer más verduras, frutas. Pueden parecer comidas más insulsas. Pero intento que mi dieta sea lo más sana posible. Si bien, bueno, de vez en cuando, soy capaz de devorarme una milanesa a caballo, de esas con huevos fritos y papas fritas. Las comidas insulsas tuve que empezar a consumirlas regularmente con motivo de una operación seria que tuve de intestinos que me obligó a llevar una dieta estricta, con mucha fibra.

-Comprendo. Yo ando perfectamente de mis intestinos. Entonces me puedo dar estos lujos de comer picadas. Es graciosísimo porque cuando viene alguien a cenar compro una picada y a la gente le da vergüenza comer. Y a mí para nada. ¿Por qué a la gente le da vergüenza comer cuando va de visita a una casa? ¿temen pasar por maleducados? ¿qué más quiere el dueño de casa? Yo, en cambio, todo lo contrario. Entonces pico, y pico, y pico. Eso es una picada. Y de tanto picar parezco una avispa o un tábano. Me gusta el cantimpalo también”

-Estamos hablando de palabras mayores, María Elena. Pero yendo al motivo por el cual la visitaba, que en verdad tenía que ver con conocerla personalmente, en primer lugar. En segundo lugar, contarle algunas cosas que usted escribió, compuso o realizó y que a mí me resultan magnéticas, le quería decir que fue papá quien nos introdujo en su obra. Nos hizo escuchar las canciones como yo después se las hice escuchar a mi hija, alrededor del año 2001. Ella había nacido ese año y yo ya le ponía sus canciones. Para que se le fuera acostumbrando el oído a tanta maravilla. Porque las maravillas empiezan por entran por los oídos en forma de canción.

-Bueno, bueno. No exageres. Hay muchos compositores excelentes. También para niños. Yo porque trabajé en Argentina. Pero hay antecedentes en el mundo. Y hay músicos posteriores incluso en Argentina que son estupendos. Ya en la música para adultos, cambio bruscamente el rumbo de nuestro campo de discusión, a mí me gustan muchos los Les Luthiers.

-Yo me quedo con vos, con tus canciones y tus cuentos grabados. Me acuerdo de uno que tenía a un personaje que se llamaba Don Fresquete. Era fabuloso ese cuento. Encima yo lo escuchaba en invierno, cerca de la estufa de living, donde estaba el tocadiscos, porque la verdad es que hasta me daba frío escucharlo.

-Comprendo. Sí. Es cierto. Cuando uno es chico le impactan mucho más las cosas. Sobre todo porque tiende a vivirlas de un modo tan subjetivo, las empapa de grandeza, tiende a idealizarlas, a exagerarlas, al punto en ocasiones las deforma para bien y en ocasiones las deforma para para mal. Son cuestiones de la subjetividad infantil, de la maduración.

-Sí. Y de la personalidad. Hay gente más temerosa que otra. Hay gente más valiente (bueno, o más inconsciente, quién puede saberlo). Y hay gente muy influyente en otros. Así como hay gente que se deja influir por otros más poderosos o con más poder de determinación.

- ¿Usted se dejó influir por gente más poderosa?

- El embrujo del amor.

-Sí. Hay ocasiones en que o nos enamoramos de alguien ciegamente. O bien el mundo parece girar en torno solamente de una persona. Como un eje gravitatorio. Yo, por ejemplo, no estuve tantas veces enamorado. Quiero decir, sí, me han gustado muchas personas a veces. Pero no había reciprocidad o bien eran amores imposibles. De modo que renunciaba a ellos. Con desazón.

-Eso pasa, Adrián. Es muy frecuente. Es muy difícil enamorarse. Se tienen que dar un montón de factores que confluyan en un lugar y un momento. Los adecuados. Por ejemplo, en mis cuentos. No suele haber tantos casos de amores. Se trata más bien de situaciones o exóticas, o disparatas, o con sinsentidos (nonsense, como les dicen los ingleses) o bien absurdas. ¿Te gusta jugar con el absurdo?

-Muchísimo. Está, como todos sabemos, esa línea del teatro, como Eugene Ionesco, del teatro del absurdo. A veces Samuel Beckett, si bien Beckett no es exactamente absurdista. Pero tiene, por ejemplo, momentos o una vertiente en esa línea. Momentos de desconcierto. Y a una le parece tan sorprendente la pluma de Beckett. También leí de él “Final de partida”. Me encantó esa obra de teatro. “Esperando a Godot” también. Pero no sé. “Final de partida” tiene algo especial en mi vida.

-Veo que sos una persona culta.
-No se crea. Sé de algunos autores, porque los he estudiado. A otros por la Universidad Nacional de La Plata, donde estudié Letras, como es obvio. He sido un lector ferozmente voraz.

-Lo supuse.
-Pero yo me agarraba cada chinche. Porque no nos daban para leer literatura para niños ni juvenil. Hasta que un buen día, cierto día, mejor dicho, era de noche, lo recuerdo, yo ya había terminado la Universidad, me dije: “¿Y si escribo yo cuentos infantiles?”. En realidad, no me lo propuse deliberadamente, ahora que lo pienso. Simplemente tuvo lugar. Aconteció. Y me animé, en 1999 a escribir uno a partir de una entrevista que de una revista frívola que le hacían al actor Alfredo Alcón. A mi juicio el mejor actor argentino de todos los tiempos. Fue un lindo homenaje, dicho sea de paso. Si bien él no es el protagonista. Pero sí la anécdota que se cuenta es real. Él de chiquito le pedía a su papá que la bajara la luna. Y leí ese: “Le pedía a su papá que le bajara la luna”. Y me dije: “Esta es la mía”.

-Yo he leído mucha literatura para niños, por supuesto. He tenido la fortuna de conocer a algunas de sus autoras y autores más recientes porque se han acercado a mí para pedirme consejos. O simplemente para saludarme. Los cuentos y poemas para niños han sido fundamentales en mi vida. Me han alimentado. Le han dado vuelo a mi imaginación y mi fantasía. De allí que yo pudiera escribir tantos cuentos y novelas. A mí, de todo lo que escribí lo que más me gusta es Dailan Kifki.


- ¡María Elena! ¡La primera novela completa que leí! ¡Y es suya! Estoy tan agradecido. Me introdujo en el universo de la novela. Es de 1966. Yo la leí alrededor de 1976 o 1977. Recuerdo que no podía parar de leerla. Me resultó deliciosa. Yo estaba completamente obnubilado. No podía creer la cantidad de cosas fabulosas que iban pasando. ¿Un elefante en un zaguán con un cartelito de que lo habían dejado abandonado? No hay derecho. Abandonar a un pobre elefante que ocupa mucho espacio. Y también había un personaje que decía siempre “Estamos fritos”. Yo no sé por qué pensaba en papas fritas. De todo lo frito que se puede comer, junto con los pastelitos, o las empanadas, o los buñuelos.

-A mí de las frituras,Adrián, la verdad es que me gustan las tortas fritas y las empanadas de carne bien condimentadas. ¿Qué opinás de eso?

-Sí, opino que tenés toda la razón del mundo. Es que en realidad del universo culinario lo más rico me parece que son las cosas fritas. ¡Me olvidaba de las las tortillas de papas!

-Sí, también. Por supuesto. Y todavía te estás olvidando de algo mucho más importante: las rabas o los cornalitos. El pescado frito tiene lo suyo.

-Uy, María Elena. Eso directamente es imperdonable ¿cómo iba a olvidarme de esa comida tan irresistible?”

- ¿Te gustó algún libro mío además de Dailan Kifki?

-En realidad me gusta todo. No puedo elegir. Me gustan los poemas para adultos. Me gustan las canciones para adultos. Este año escribí un artículo analizando las letras de tu cancionero para adultos. Fue un deleite. Y también un desafío. Eran poemas/canciones. Así las definió un experto.

-Es posible. Yo ponía al escribirlas el mismo cuidado que cuando escribía mis poemas. Y te confieso que hasta me servía de los mismos recursos. Las letras para mí, como bien dijo este experto, son otra forma del poema. Por eso requieren ser trabajadas, cinceladas, pulidas, urdidas con cuidado. Y cuando una las canta, las desovilla como a una media que tiene una hilacha suelta, esa hilacha no debe estar. Es por ese motivo que el perfeccionismo es importante.

-Cuando mi hija era bebé también con su madre escuchábamos todas las canciones para adultos que vos misma cantabas. Me gusta tu timbre. Tu registro de voz. Era, yo no sé de estas cosas, pero parecía algo grave.

- ¿Grave? ¿urgente? ¿preocupante? ¿Qué, te daba dolores de cabeza?
- ¡Pero no! Usted me está haciendo un chiste y yo le estoy hablando en serio. - También escribí un trabajo sobre su poesía para adultos. Nuevamente crítica literaria. En fin, estoy un poco resignado a que me salga eso, a ser crítico mal que me pese. Me gustaría escribir más cuentos. Sobre todo cuentos infantiles. Escribir cuentos es lo mejor del mundo. Uno se siente el creador de un universo. Del que teje y desteje los hilos. Pero solo si son buenos. Si a uno le salen bien. Esos redonditos como una bola de billar. De otro modo los borro y los mando a la Papelera de reciclaje.

- ¡Pero vos estás loco! ¡Se guarda todo porque uno nunca sabe qué puede salir de un cuento que ha quedado chueco! Mal cosido.

-No sé, a mí me da la impresión de que es su destino quedar chueco de por vida. Me da la impresión de que son irrecuperables. Irremediables.

- Pero no seas tan pesimista. Yo he reescrito cuentos que estaban para tirar y han quedado bastante bien. Con una buena terminación. No te diré que eran lo más inspirados. Pero por lo menos no se les veía el dobladillo. Vos me entendés qué quiero decir con “no se le ve el dobladillo”. Como a los delantales para ir al colegio de antes.

-Creo que entiendo. Algo así como que no se le ven las imperfecciones. O las costuras con las que uno los mejoró. No sé. A mí me da la impresión de que cuando un cuento llega malogrado tiene ese destino para siempre. Está confinado al olvido. Y resulta muy difícil revertirlo.

-Yo no estoy de acuerdo con esa idea. Hay que dejarlo descansar. Ahora que lo pienso ¡Es cierto! Los cuentos se cansan de que uno les ande zumbando alrededor. ¡Uy! ¡No me di cuenta de que no te había ofrecido ni siquiera un té! ¿Querés un té?

-Gracias, María Elena, así estoy bien. Pero un vaso de agua te acepto.

María Elena se retiró a la cocina, abrió la canilla del Dispenser y llenó un vaso. O por lo menos eso creí escuchar. Yo estaba en living. El Dispenser sobre la mesada de la cocina. Estaba tan fría por suerte.

-Está riquísima. Debe de ser de esos Dispensers que tienen agua fría y agua caliente en bajas o altas temperaturas.
-Exacto.

-Debe de ser fabuloso para hacer un té, por ejemplo. O un café instantáneo. En un periquete se hace el café.

-En efecto. “Estamos invitados a tomar el té”. ¿Te acordás de esa canción?

- ¿Cómo no me voy a acordar? Pero mi favorita es una muy melancólica. Yo soy de temperamento muy triste, muy melancólico, mejor. Me gustaba una que decía “Los castillos se quedaron solos. Sin princesas ni caballeros…”. Y me imaginaba construcciones, una arquitectura desolada. Sin personas. Sin ninguna clase de habitante. Y un rayo de sol que entraba por la ventana. Iluminaba una habitación en la que no había nadie. Y en un rincón se formaba una sombra.

-Sí. Pero a mí también me gusta mucho esa canción que compuse. Yo también soy melancólica. Nadie me puede creer porque escribo cuentos y compongo e interpreto canciones con mucho humor. Pero en el fondo. Muy en el fondo, en ese lugar en el que el corazón se vuelve semilla, brote, yema, canto, soy melancólica. Esa zona recóndita del alma, que nadie conoce salvo uno mismo. Porque es intransferible. Bueno, yo te puedo contar esto. Pero sentir, lo que se dice sentir, esa melancolía, solo yo misma puedo hacerlo.

-Estamos a mano entonces. Somos parecidos en algo.

-Pero también en que los dos escribimos.
-Bueno, eso es una forma de decir. A mí jamás se me pasaría por la cabeza en una charla mano a mano con usted decirle que soy escritor porque usted es superlativa.

- ¿Super qué? ¿Superman?


- Es una forma de decir, una hipérbole. Quiero decir que usted es la máxima. Es lo más a lo que un escritor puede aspirar. Incluso para adultos. A mí me gustan sus novelas para adultos. Novios de antaño y Fantasmas en el parque. Creo que me gusta más la primera. Tiene mucho humor. En verdad las dos tienen humor. Pero la última es más autobiográfica. Y es más seria. Es cierto que es de las más recientes que recientes que escribió. Transcurre en ese parque. Esa plaza a la que usted o alguien muy parecido a usted va a tomar sol todas las tardes. Y los perros hacen necesidades y usted y todos sus vecinos del barrio se quejan. Vos no debés tolerar los edificios de departamentos.

-Para serte franca, Adrián, vivo en uno y no los tolero. En el verano nos fuimos con una amiga a una quinta y yo me leí entero, bajo el sol de la mañana, la saga de En busca del tiempo perdido del autor francés Marcel Proust. Es larguísima. Casi perpetua. Pero en verdad fue tiempo ganado. Imaginate todo el tiempo que estuve leyendo. Pero estaba el pastito recién cortado porque venía el jardinero. El olor a césped. Estaba el sol, como te digo. Había una pileta, por si quería tomar un baño o nadar (yo nado poco, pero bien, si bien no me gusta el agua me muevo bien en ella).

- ¿Te gustó París, María Elena?

-Me pareció de oro. No de plata. Una bandeja de oro. Como si estuviera metida en una novela de Liliana Bodoc. Me gustó siempre Liliana Bodoc. Y no nos conocimos jamás personalmente. Pero la leo mucho. Es una grande. ¡Y cuánto escribió!
-Sí, la verdad que sí. Yo escribí dos encuentros imaginarios con ella, en su cabaña de El Trapiche, en la Provincia de San Luis. Pero también mucha crítica literaria. Muchísima. Ya ve. Esto de la crítica literaria en mi vida parece algo irremediable. Soy incorregible. Pero me sale solita.

- ¿Y qué te decía en esos encuentros que deben de haber sido maravillosos?
-Bueno. En realidad, mucho no puedo contar. Son dos secretos entre ella y yo. Pero te cuento que dibujaba un círculo de fuego en aire y me regalaba un libro de mar.

-Veo que te gusta el agua. El vaso de agua. Ahora el libro de agua.

-Sí, el agua el fundamental en mi escritura. Está siempre. Jamás se marcha. Es una dulce, amable compañía, presente compañía. ¿Y cuáles son sus compañías?

-Me gustan mucho los animales y las sirenas.
-Lo imaginaba. Había leído varios cuentos suyos sobre animales. Y “La sirena y el capitán”.

-Ese. Sí. Ese mismo. Es un capitán malvado porque la quiere capturar. Es un español que llega a conquistar América. Pero se rebelan los pájaros, los monos y otros animales de la selva y lo echan. No le queda otra más que salir disparando. No disparando el arcabuz. Literalmente rajando. A él y todos los conquistadores. Si habrán hecho barbaridades acá. No tienen perdón de Dios.
-Sí. Justamente Liliana Bodoc trabajó bastante con el sustrato aborigen y las culturas precolombinas para su épica fantástica.

-Sí. La he leído. Es fascinante. Me gustaría ser su amiga. ¿A vos no?

-Bueno, de tanto escribir sobre ella ya me siento un poco amigo. Pero seguro que me encontraría defectos. Como si conociera los entresijos de su alma. Como si hubiera penetrado en los secretos creativos de su vida. Hasta incluso he llegado a conocer que he alcanzado a rozar alguno de sus misterios de tan profunda que ha sido la comunicación. Yo soy bastante imperfecto. Me encuentro algunos manchones de plasticola de color en la camisa.
- ¿Y qué más querés? Es lo mejor del mundo jugar con plasticola de colores. Pintar. Dibujar. Hacer la flor redonda del país de la geometría. ¿Te acordás de ese cuento mío?

- ¡Pero cómo no me voy a acordar, si es el que más me gusta!

- ¿En serio? A mí también es el que más me gusta. Bueno, y la canción “Manuelita”.

-Tengo una amiga que escribe para niños. Sus novelas son sobre tortugas. La tortuga Antigua Pasolento. No Manuelita. Pero uno siempre encuentra ecos en los maestros ¿no te parece?

-Sí. Yo no me considero maestra de nadie. Pienso que cada cual hace su camino. A lo sumo se alimenta, se nutre de la literatura de otros u otras. Esta una especie de posta. Uno se la pasa a otro. Como en ciertos deportes.

-Sí, yo creo lo mismo. Pero hay creadores muy influyentes que nos impactan tanto pero tanto que nos quedados patitiesos.

-Sí. Ya sé. Sospecho que la tortuga de tu amiga, Antigua Pasolento, por todo lo que me contás, debe ser una creadora que se inspira en otros creadores de modo permanente. Pero en creadores que ella considera afines a sus principios.
Y…Yo la verdad es que no soy demasiado objetivo.
-Te mando solamente un mensaje para tu a amiga.
-Sí, dale María Elena.

-En primer lugar, le decís que le dé de comer pepinos a Antigua. Y a continuación le decís: Querida amiga de Adrián: Manuelita le manda saludos a Antigua Pasolento.

- María Elena. Se va a poner super contenta. Y yo le mando el mensaje que seguro si ella estuviera acá te diría vos: “Vos encontraste tu maravilla”. Eso es todo.

- ¿Eso es todo? ¡Es una barbaridad! ¡Es muchísimo para una persona encontrar su maravilla! Hay gente que no encuentra su maravilla jamás. Viven tristes y enjutos.

- Bueno, pero ella es experta en enseñar a que la encuentren con sus libros. En sus libros, en sus clases, en sus talleres, en sus charlas, en sus Zooms.

-Bueno, Adrián. Espero que un día vengas de visita con ella.

- ¡Por supuesto! Ella también encontró su maravilla. Y me dice que yo también tengo una. Salvo que no me doy cuenta. Yo sin embargo creo que todavía la estoy buscando. Prendo la linterna de noche. Abro las cortinas bien de mañana. Reviso la casa. Miro en el patio. Barro los zócalos. Hurgo en los zaguanes. Me interno en los sótanos. Miro por entre las cortinas de la cocina.

-Las maravillas no se buscan. Se encuentran, Adrián. Y jamás en los lugares que me acabás de mencionar. Por otra parte. A veces hace falta toda una vida para encontrar nuestra maravilla. O ya la tenemos delante de las narices y esa maravilla es invisible a los ojos. Porque es una virtud. No un reloj de lujo.

-Bueno, María Elena. Será cuestión de escucharlas a las dos. A usted y a mi amiga. A través de la tortuga Manuelita y de la tortuga Antigua Pasolento. A ver si por fin mi maravilla se hace ver. Por lo pronto, disfruto muchísimo de ver las de los demás.

-Eso me encanta. Es muy bueno conmoverse con las maravillas de otros. Y admirarlas ni te digo. Y disfrutarlas mucho más. Admirar las maravillas de otros a mi juicio es un sentimiento de grandeza. Ahora que lo pienso. Tal vez esa sea tu maravilla. Admirar la maravilla de otras personas sin envidias.

Le doy un beso en la mejilla porque hemos intercambiado las palabras primordiales. Ni una de más. Ni una de menos. Me acompaña hasta la puerta, que no hace ruido. Los pasos son silenciosos porque hay una alfombra toda verde en su casa. Pero, aunque no hubiera una alfombra, estoy seguro de que ella tampoco haría ruido. María Elena no es ruidosa. Ni para hablar ni para moverse.

     Y me despido. Con todas las esperanzas que me acaba de aconsejar. Con toda esta otra maravilla de nuestro encuentro, no dejará de resultarme sorprendente por el resto de mi vida.  



 

 

 

lunes, 23 de agosto de 2021

Reseña: "La oscuridad de los colores" de Martín Blasco, por Silvina Flamini


 Silvina Flamini nos acerca esta reseña que invita a la lectura de adolescentes y adultos sobre "La oscuridad de los colores" de Martín Blasco. 




LA OSCURIDAD DE LOS COLORES, Martín Blasco. Editorial Norma, 248 páginas (a partir de 13 años).

 

Esta es una novela oscura y siniestra, como lo anuncia el título, y la primera duda que surge es: ¿los colores tienen oscuridad? Pregunta inquietante que motiva al lector a sumergirse en la lectura.

Los capítulos se van alternando entre el diario personal de J.F. Andrew  y la historia de Alejandro, un periodista, a quien le encomiendan investigar la desaparición de cinco bebés durante el primer Centenario de Bs As. Esos niños reaparecen veinticinco años después en sus hogares: han sido sometidos a un plan macabro de Andrew, con fines "científicos".


Estos niños serán rebautizados (y la incógnita, develada) con nombres de colores y criados bajo distintos estímulos para demostrar a lo que es capaz de llegar el ser humano.


En la investigación, Alejandro descubrirá no solo las verdaderas identidades de los jóvenes y quiénes se esconden detrás de esta aberración, sino también algunos secretos.


Salvando las distancias argumentales, la obra puede ser leída como un intertexto de La isla del doctor Moreau, de H. G. Wells ya que en ambas hay una experimentación con el ser humano producto de los deseos más egoístas e inescrupulosos del hombre.

 

El contexto en el que se desarrolla la historia es el de fines del siglo XIX y comienzos del XX, pleno auge del positivismo, de la hipnosis y de experimentación científica; un mundo cambiante, de olas inmigratorias generadas por el estallido de la Primera Guerra Mundial. La Buenos Aires de 1910 será el telón de fondo que acompañe a los personajes en su propia búsqueda de la identidad.

 

La oscuridad de los colores es una novela llevadera, de ritmo ágil para el público juvenil o adulto que guste de lo intrincado; es diferente a otras novelas del autor y, por ello, muy atractiva. 

 

 Silvina Flamini

Nací en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, allá por el año ‘74. Estudié el Profesorado en Letras en mi ciudad y hace años que ejerzo la docencia en distintos colegios.
Colaboré en la organización de las “Jornadas de Poéticas de la literatura argentina para niños”, que se desarrollaron durante varios años en La Plata. Asisto con regularidad a jornadas, congresos, charlas sobre la LIJ, y tomo talleres para perfeccionar mi escritura. En 2019 cursé la Diplomatura en Literatura infantil para docentes, dictada por la UCALP.
He publicado dos libros de cuentos: Crónicas mininas y otros relatos  y ¿Érase una vez? Tal vez…, recientemente lanzado.
Me dedico, además, a difundir la literatura infantil y juvenil porque es algo que, verdaderamente, me apasiona.

lunes, 2 de agosto de 2021

“Gabriela Casalins: una poética de la imaginación salvaje” por Adrián Ferrero

 Nuestro colaborador Adrián Ferrero hace una semblanza de la trayectoria literaria de nuestra Gabriela Casalins. Sin obviar su amistad con ella, no cae en lo tendencioso. Nos muestra que nadie mejor que él para hablar de la conexión entre la vida y la literatura de esta escritora platense. No nos extendamos más, sólo les queda ahora leer el artículo.



     Como premisa, esto es, como primer paso en el marco de un trabajo crítico, en el presente artículo no ocultaré que mantengo una relación de amistad con su autora de ya largos años. De compartir experiencias vitales, existenciales, metafísicas, expresivas y afectivas que desde esa misma amistad franca nos mantiene en continuo intercambio fecundo. Ello no es sinónimo bajo ningún punto de vista de que este artículo carezca en el abordaje de su corpus de rigor u exigencia críticos. O acaso busque el panegírico. Más bien, muy por el contrario, se sirve de esa cercanía para reconstruir una trayectoria, la consolidación de una voz, la detección de ciertos núcleos recurrentes en su poética, un cierto modo de trabajo, el sistema de lecturas de la autora, servirme de los trayectos formativos compartidos para recuperar esos aprendizajes y ver de qué modo los hemos procesado cada uno de modo diferente. Diálogos llenos de franqueza y honestidad conducen, inexorablemente, a que la amistad no precisamente interfiera en el trabajo crítico, sino que me brinde más recursos para interrogar sus textos con idoneidad. Por otra parte, compartir la vida durante largos años permite conocer a fondo el sentido de la ética de una persona en los hechos, no ya de palabra. En la acción, en la interacción cotidiana y  en la intervención en el mundo. Asistir al modo como realiza aportes a la comunidad, cómo es su socialización y de qué modo cuida de sus afectos y de sus semejantes. En tal sentido, y aquí sí seré enfático, Gabriela Casalins escribe como vive y vive como escribe. Esto es: hay una congruencia tan absoluta entre su sentido de la libertad y su sentido de la libertad subjetiva en directa relación con la creatividad, la seriedad con la que encara el trabajo de sus propios textos o supervisa los ajenos, ofrendando su tiempo generoso para colaborar, que su responsabilidad y su compromiso resultan elocuentes. Hasta aquí entonces mi definición de Gabriela  Casalins como amiga, como ser humano completo y, ahora sí, vamos a las cosas.

     Rosemary Jackson, la investigadora norteamericana, ha estudiado los alcances de la literatura fantástica o lo que ella ha dado en llamar “fantasy”, en su libro Fantasy. Literatura  y subversión (versión original en inglés de 1986) que, en un sentido amplio, comprende a todo campo de la producción literaria que transgreda las leyes de verosimilitud propias de la literatura realista. En esta categoría ingresarían naturalmente obras fantásticas en primer lugar, pero también el cuento extraño, la ciencia ficción, el gótico, entre otros géneros desde lo temático afines. En tal sentido, habría toda una serie de unidades que el fantasy y su construcción tanto desde lo semántico como desde lo formal pondría en cuestión. La unidad de personaje (adoptando formas, tipos, figuras, encarnaciones, figuraciones) que rompen con el estereotipo de la literatura realista. En efecto, se trata de una literatura que a la noción de personaje entendida en los términos más estereotípicos y tradicionales la desarticula. Existen personalidades múltiples. Los personajes cambian de identidades. Las identidades nos son fijas, estables, hay metamorfosis, entre otras variantes. Igualmente ocurre con la unidad de tiempo y la unidad de espacio, que por ejemplo en la ciencia ficción se ven fuertemente comprometidas. En estos géneros son frecuentes la discronías y las ucronías. Y, en el orden de las relaciones humanas, las distopías, entre otras formas de la transgresión también del universo social, lo que genera confusión, destrato, caos o bien violencia, tal como lo apreciamos en su dimensión de la realidad empírica, constatable. Estas son algunas notas que plantea el fantasy (no todas) muy a grandes rasgos. Por otro lado, sí diría que la hipótesis de Jackson es que el fantasy lo que sí hace es plantear (en sus palabras) “imposibles semánticos”, esto es, circunstancias, episodios, hechos, acontecimientos, relaciones, vínculos, sucesos, climas, atmósferas, que según las leyes del convencional discurso realista, más lineal, más naturalizado, más unívoco, en lo relativo al referente no solo imaginario, no tendrían cabida bajo ningún punto de vista. A la luz de estos atributos, dibujados muy a grandes trazos sí diría que la escritora de La Plata (Argentina) Gabriela Casalins (La Plata, 1961), autora de literatura para niños y para adultos, de poesía, narrativa, obras para títeres, entre toda una amplia diversidad y variedad de registros por dentro del orden de la producción literaria, en ocasiones manteniendo la unidad de sentido, es un ejemplo cabal de este tipo de literatura. De una poética que desde la representación literaria plantea una fuerte oposición a la cultura represiva imperante y dominante que impide la libertad subjetiva, el desenfreno de la imaginación, la posibilidad sensible de sentirnos comunicados mediante formas alternativas al dibujo de lo que proponen fórmulas convencionales que no aportan sustantivamente nada al panorama de la biografía de un sujeto en la sociedad contemporánea que pueda eludir la prohibición de crear, de recrear por dentro de la cultura y su, diría Freud, malestar. Pero, por sobre todo, a partir de una poderosa intervención en el orden de lo simbólico que se proyecta hacia el orden de lo material o físico, afectándolo notablemente. Y modificándolo. Gabriela Casalins publica cuentos en antologías colectivas, forma parte de un libro cuya Editora es nada menos que la Dra. en Ciencias de la Comunicación y escritora Graciela Falbo (quieran estuviera muy ligada a la literatura infantil durante una buena etapa de su vida; luego se volcó, en una singular e importante producción de la lírica). Esta antología institucional, porque fue publicada por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, social (el marco institucional dentro del cual había tenido lugar el taller de escritura del que ambos participamos junto con otros asistentes, muchos de ellos escritores), dio por resultado en 2002 el libro Cara y ceca de la escritura. Cuentos y procesos creativos. Allí de un lado del libro figuraba una selección de relatos a partir de la misma consigna impartida a todo el grupo. Y del otro, en una cara invertida, la reconstrucción de los procesos creativos a partir de los cuales habían tenido lugar.




     Llega luego un libro con el que obtiene un premio importante, el Primer Premio Internacional Hespérides con su libro Historias familiares (2005). Este punto ya nos sitúa frente a un sujeto mujer en primer lugar, diría yo, con poder de iniciativa, atento a reconstruir sus propias tramas identitarias, las de sus mayores y lega a su descendencia toda una riquísima memoria que, transmutada en relato, deviene un capital difícilmente olvidable para ella y para los suyos. También para quienes somos sus amigos o participamos de su entorno afectivo, atentos y ávidos por conocer estas historias que siempre dejan abiertos los sentidos en lugar de cerrarlos. Suelen ser fuente entrañable y, naturalmente, como no podía ser de otra manera ponen el acento en un cierto tipo de educación (y no otra). Sientan las bases de una ética hacia el semejante. Y de la construcción de la concepción de ese semejante en función fue formado este sujeto mujer de lo que es capaz de brindarle, de aportarle, de darse tanto intrafamiliarme como por fuera de ella como exogámicamente. Asimismo, de qué modo las generaciones mayores trazan un puente hacia las que están comenzando a florecer para ponerlas al tanto de dónde vienen. Y de dónde vino su madre. Sienta las bases de un pacto, también, con sus ancestros. Gabriela Casalins ya demarca, eso queda claro, un territorio sagrado. Lo hace adoptando la forma de un corpus de historias interesantes, bien escritas, con trama y argumento que cautivan (como toda su literatura, que jamás pierde de vista el interés y la atención del lector, no perder a ese lector al que aspira a conquistar con las armas de la seducción del relato bien escrito, no solo con emociones o contenidos que sean fuertes y atractivos, en libros donde pasen cosas que son apasionantes, si bien pueden ser dolorosas (como en su cuento “Desagelada”, a propósito de una chica de la calle, en plena orfandad), con emociones, que conmuevan, que movilicen pero sin efectismos, sin moralejas ni didactismos simplistas, sino por una poética, a secas. Por lo tanto, que atraen porque constituyen una tipología de discurso literario altamente atenta a estar pendiente del receptor. Una poética que no es partidaria de la codificación del discurso literario sino de su liberación hacia todas sus dimensiones creativas posibles. También es la escritura de factura trabajada, urdida cuidadosamente, la que le interesa a Casalins (sin llegar al extremo del adorno o la escritura ornamental, plagada de florituras, prácticamente vacía o falta de toda intensidad emotiva o de ideas, axiológicamente connotada sin clase alguna de valores). El libro clave de toda su producción (lo que por supuesto puede ser objetable por parte de otros especialistas) es a mi juicio Animalia (2009). Un bestiario medieval para el cual se documentó, estudió, leyó, pero también para el cual fue tremendamente original en lo relativo a sus tramas, argumentos y atribución de fisonomías a estos seres fabulosos que, una vez más, venían como proponía Rosemary Jackson a romper con una tipología de personajes y protagonistas habituales, instalados en la ficción según el sentido común, una estereotipia que nada venía a aportar a la poética (y al mundo, en un sentido mucho más amplio, agregaría yo). Casalins, en cambio, será desafiante. Organizará un conjunto de tramas que no serán concesivas con lo que la literatura propone en su normalización sino en la “subversión” (palabra de Jackson). Sus personajes adoptarán la forma que ella desea y no la que la sociedad impone. Y el universo poético de Casalins será el de personajes fabulosos en diálogo sin embargo con el universo humano. No elimina a los humanos de ese cosmos sino que integra ambas dimensiones. Criaturas fabulosas con criaturas humanas, con seres humanos. Así, introduce un contrapunto riquísimo. No hay agresión ni hay ataques  ni hay violencia. No hay antagonismo (al menos que yo recuerde en lo primordial) sino que más bien hay extrañamiento, para usar un término propio de los formalistas rusos. Pero tampoco hay una suerte de perplejidad asustadiza que conduzca ni al trauma ni al terror. Se trata de figuras claramente distintas del humano pero que no han llegado para depredarlo. Esta es la zona de la imaginación que más finamente a mi juicio Casalins desata, pone en estado de libertad subjetiva. Y de rebelión contra los límites de la ficción realista.

Finalmente, llegarán dos libros para niños: un díptico. Lo que Teo no dice (2014) y Lo que Teo descubre (2018). Es aquí donde la tortuga Antigua Pasolento será la protagonista que vaya al rescate de un niño (Teo) que padece la discriminación en el ámbito escolar (universo que la autora conoce a la perfección, como veremos más adelante por qué y de qué  modo), a lo que se suma la trágica inundación de nuestra ciudad de La Plata en la cual hubo incluso (como se recordará) numerosos muertos, casas devastadas y miles de libros arruinados (ya que nos estamos refiriendo a datos de la poética, sin querer por ello homologar en modo alguno pérdida de vidas humanas con pérdida de libros). Entre este universo escolar y esta tortuga poco convencional, que por ejemplo habla y entabla diálogos con el protagonista, se producirá una interacción a mi juicio interesante. La tortuga Antigua le permitirá a Teo encontrar “la maravilla” que hay dentro de él, que ya está, pero él ignora que la posee. “La maravilla” se oculta. Solo se trata de buscarla, de sacarla a la luz. La segunda novela trabaja con una trama relativa más a un afán aventurero en el que interviene la salvación de animales que corren peligro y, por otro lado, la introducción al universo de la ficción de un tortugo. Esta novela, publicada por la Editorial La Brujita de papel, de Buenos Aires, será lo que permita a Casalins salir al ruedo, salir del ghetto de la literatura platense y sumirse en el campo literario de Buenos Aires. Lo que importa un salto cualitativo sumamente importante para una autora “de provincias” (así nos denominan los porteños o bien "del interior", con despectiva contracción a desprestigiar poéticas de portento como la de Gabriela Casalins, perfectamente a la altura de cualquiera de las de Buenos Aires) que sin ser una ambiciosa seguramente se habrá sentido indudablemente gratificada y reconfortada de encontrar eco, tal como de hecho sí ocurrió, en Argentina en general, no solo en Buenos Aires o La Plata. También el Gobierno de Chile, la distinguió y su primera novela fue distribuida en colegios para la enseñanza primaria. De modo que este libro adquirió una proyección potente ya en términos internacionales. Se realizaron numerosos trabajos fundamentalmente en escuelas en torno de esta novela. Y ella misma fue agente de cambio trasladándose a esos ámbitos escolares, llevando la voz de una autora para que los niños supieran y conocieran que por detrás de la voz de las historias se agazapa un ser de carne y hueso. Alguien quien es la artífice de esos milagros que quedaban plasmados por escrito pero por detrás de los cuales había una imaginación que ponía en movimiento una creación así como un trabajo de un alto nivel reflexivo porque estaba interesada en focalizar su atención no en cualquier dimensión de la invención. Hay en Casalins una urdimbre entre preocupación por las prácticas de la enseñanza y el sistema educativo en general que se articula en su ficción y ello resulta tangible. Resulta legible, mejor. Resulta un trabajo, en definitiva, noble, porque pone en directa relación prácticas sociales con discursos literarios que los integra. Lo que en las circunstancias por las que atraviesa la educación requieren de un profundo sentido crítico pero también propositivo.

     En la etapa de su blog infantil “El Mono de la tinta” que modera junto con otras dos responsables con una alta calidad de producciones publicadas, por un lado. Por el otro, con una pluralidad de géneros literarios, mantiene una zona de la producción que permite dar a conocer, incluso, la escritura literaria de los propios niños, "El Mono de la tinta" se vuelve un ámbito de discusión de ideas, de debate, un  foro de exposición de trabajos de especialistas, de difusión de propuestas sensibles, de la inteligencia lúcida, del trabajo colectivo, de una literatura, lo sabemos, en términos generales puesta al margen, entre paréntesis del corpus de las poéticas nacionales. Esta me parece tarea encomiable por parte de “El Mono de la tinta” que difunde, promueve, interroga a un tipo de discurso literario completamente desjerarquizado que, esta vez sí, se debe manejar en ghettos: editoriales específicas, Ferias del Libro Infantiles y Juveniles, Jornadas y Congresos específicos en lugar de integrarse al gran concierto del corpus de una literatura nacional. Esta penosa circunstancia, sobre la que ya he hecho singular hincapié en numerosos trabajos preliminares, me exime de todo desarrollo que, por otra parte, para las personas interesadas en este campo de la producción (no solo como estudiosas o productoras literarias), resulta a ojos vista una obviedad porque salta a los ojos.



     Vale agregar que aproximadamente entre 2000 y 2008 participé en un colectivo de literatura con la escritura Gabriela Casalins, la escritora Adriana Coscarelli y el escritor Luis Edgardo Soule de Diagonautas, una experiencia virtual que consistió en el Primer Portal Literario de la ciudad de La Plata, en formato digital, dando a conocer desde entrevistas hasta poesía, relatos, entre otros corpus de autores y autoras de Buenos Aire y La Plata, destacados profesionales.

     ¿Y qué decir del presente histórico? Dado que mantengo una relación de amistad con la autora no me atrevería a hacer ninguna clase de declaración en el sentido de revelación acerca de lo que está escribiendo en este momento. Sí diría que se encuentra profundamente cautivada y comprometida por el universo mágico de los títeres, desde su factura material hasta la escritura de obras cortas. Lo que importa ya sumergirse en una nueva dimensión de la creación: la escénica. He tenido acceso a registros audiovisuales de dichas creaciones y me han parecido de excelencia, me han impresionado vivamente, además de resultarme profundamente conmovedoras. Remueven los entresijos del alma en el mejor sentido de la palabra. Nada queda por fuera de esta palabra tan viva como vivaz, que se mueve grácilmente por el universo de los significados sociales y del discurso estético.


      Entre su larga trayectoria de un pasado como docente de Lengua y literatura graduada en la Universidad Nacional de La Plata, en colegios de ese misma Universidad Nacional de La Plata u otras instituciones educativas privadas, en su trabajo como docente en institutos terciarios, Gabriela Casalins ha llevado adelante en esta ciudad de La Plata un movimiento impetuoso que ha impulsado una renovación desde la docencia, desde cargos directivos en escuelas  secundarias, desde planes de estudio de innovación, desde la investigación, desde la edición virtual y desde la producción creativa en el formato libro una promoción destacable de la cultura literaria y, con ella, enriquecido el patrimonio de nuestra ciudad de La Plata. En tal sentido, su foco ha estado puesto siempre en la lectoescritura creativa desde múltiples foros. De la educación a los talleres de escritura que ha dictado. De las charlas públicas con alumnos hasta el trabajo con docentes o su trabajo en institutos de educación por el pensamiento de naturaleza experimental. Merece a mi juicio un reconocimiento unánime y definitivo por su trabajo sostenido que ha debido ser compatible (esto sí quisiera dejarlo asentado, porque lo considero tarea noble y encomiable) con responsabilidades con una familia numerosa en lo referente a una maternidad que, me consta, ha sido de una maternidad responsable y amorosa. Todo me resulta destacable. No escribo estas líneas con motivo de una amistad, esto es, producto de un compromiso adquirido de antemano, de hecho ella no sabía que yo iba a hacerlo y fue la primera sorprendida (o, en todo caso, no solo por ello, en todo caso porque es eso lo que me ha permitido tener acceso a la cocina de su producción y a su trayectoria, a la recuperación y conocimiento de sus procesos creativos, a sus cavilaciones en un intercambio frecuente y fecundo con diferencias pero también de mucha afinidad, de mutuos consensos, de comprensión, porque si algo la caracteriza es el pluralismo y la tolerancia). Señalaría en ella un profundo sentido de la ética que se pone de manifiesto, naturalmente, por transposición natural y espontánea, como sucedía, por citar un caso paradigmático, con Liliana Bodoc, nuestro faro para todos los que escribimos con ese mismo sentido, al universo de los textos literarios de imaginación con vistas a principios humanistas. A concebir a la alteridad como semejante. Los principios le importan tanto como los comienzos de las historias. Y los conflictos la preocupan, la desasosiegan. Y los desenlaces hace lo imposible porque sean lo más descarnados posibles en ocasiones tanto como lo más dichosos posibles en otros casos. Dependerá del público, de la historia que esté narrando, de su intención al narrar (si la tiene). No pretende ni idealizar ni tampoco escandalizar ni incomodar innecesariamente al lector. Cada historia demanda una cierta clase de tratamiento, de abordaje, se señalamiento social que no siempre resulta grato ni tampoco resulta ejemplar en lo relativo a la felicidad. Es una escritora que apunta a ser, ante todo veraz, pertinente y coherente con lo que ha escrito. Una preocupada por la realidad empírica pero también atenta a la capacidad infinita por el vuelo imaginativo. Por lo tanto, experiencia vital y experiencia estética tendrán la misma argamasa. El mismo potente poder de convicción porque hay ideas, hay ideales y hay un credo. Pero en toda ella hay un principio de coherencia y afán de libertad. La imaginación furiosa, desatada es la que, por fin, gana la partida.





 

La Plata, 31 de julio de 2021

 



domingo, 4 de julio de 2021

Bobby de Mélanie Baillairgé

Bobby es un osezno con apariencia de un dibujo de trazos simples, infantiles, pero es mucho más. Es un niño con los miedos de los niños, pero también con los miedos de los adultos, porque un agujero debajo de una cama con un cocrodrilo, perdón, con un cocodrilo en el fondo puede hacer referencia a cualquier otro temor.

Bobby nos presenta a sí mismo cada vez que inicia un nuevo relato (todos comienzan con una palabra ‘YO’), porque es así como fija su ser, es una forma de autoafirmarse y de que el niño lector u oyente también se autoafirme, porque este osito deja abierta la pregunta para que su interlocutor, tú mismo, conteste. La interacción es muy importante cuando nos comunicamos, especialmente cuando el otro es un bebé.

“Yo soy un osezno ¿y tú?, yo tengo garras en los dedos ¿y tú?” Ni qué decir tiene que también Bobby cuenta con nariz, boca, ojos, rabito, ombligo…

Una vez que cada cual sabe quién es, entonces, hay que presentar a la familia: Papá, mamá, el pececito Kiki y sus muñecos. Hay que hablar del agujero negro que se encuentra bajo su cama, al que teme, pero del que siempre sale. No se olvida de su baño, de sus aventuras bajo el agua con Kiki, a pesar de que no le gusta el agua, porque ¿a qué niño le gusta bañarse así a la primera? Tampoco es que le guste mucho ir a la guardería, no es nada agradable encontrarse con cosas que no son suyas, aunque luego, no está mal del todo. En cambio, el parque es especial, puede vivirse en él grandes aventuras, persiguiendo hormigas hasta sus escondites y descubriendo secretos debajo de las piedras.

Más allá de la historia, quizás no, quizás deberíamos decir que formando parte de la historia están las ilustraciones. Ya hablamos al principio que son dibujos simples, podríamos decir infantiles. Trazos rápidos en negro y con un único color, el naranja. Todo lo que ama Bobby, incluso él mismo, es naranja en un mundo en blanco y negro.

La autora de este libro álbum es Mélanie Baillairgé. Artista canadiense, diseñadora gráfica, dibujante, ilustradora, escultora. Bobby, sin embargo, no fue creado por encargo ni por requerimiento editorial, fue engendrado por el simple placer de hacerlo, y se nota.

Lo podemos disfrutar, en español, en la editorial Kraken.

Es el momento de terminar la reseña, porque Bobby ya está, de nuevo, bostezando.



sábado, 3 de julio de 2021

La Historia Interminable de Michael Ende

Otra reseña de nuestro colaborador Manuel Vargas

Argumento:

La Emperatriz Infantil está mortalmente enferma y su reino, Fantasía, corre un grave peligro. La salvación depende de Atreyu, un valiente guerrero de la tribu de las pieles verdes, y Bastian, un niño tímido que lee con pasión un libro mágico. Sólo un ser humano puede salvar este lugar encantado. Juntos emprenderán un fascinante viaje a través de tierras de dragones, gigantes, monstruos y magia que no tiene vuelta atrás. A medida que se adentra en Fantasía, Bastian deberá resolver también los misterios de su propio corazón.

Es una novela escrita por el escritor alemán Michael Ende, publicado en 1979. Este mismo autor tiene otras obras como El Teatro de las Sombras, Tragasueños y Momo, entre otras.


Opinión personal: 

La Historia Interminable es uno de mis libros favoritos. Me encantó y lo volvería a leer otra vez más, sin dudarlo. 

Me hizo transportarme a ese mundo de ficción llamado Fantasía. Tanto era así que me creía Atreyu, yendo por las laderas de dicho lugar. 


Es un libro muy recomendado de un gran escritor, que logrará sumergirte en su narración.

"Cinco semanas en globo" de Julio Verne

Manuel Vargas Molina, uno de nuestros jóvenes colaboradores nos presenta uno de sus libros favoritos.

Manuel es estudiante de Secundaria, gran lector y futuro ingeniero aeroespacial.

Argumento:

 El libro trata sobre Samuel Fergusson, un inventor que pertenece a la Royal Society de Londres y que va a cruzar África en globo para descubrir las fuentes del río Nilo, desconocidas en esa época.

 Lo acompañarán sus dos mejores amigos, Dick, un cazador escocés experimentado y su sirviente, Joe, un manitas que saca de apuros a quien lo necesita.

 Comenzarán su viaje en la isla de Zanzíbar y acabarán el viaje en las costas de Senegal, atravesando lagos, selvas y desiertos, y desafiando a la sed y al hambre.

Opinión personal:

 Este libro es uno de mis favoritos. Es una combinación perfecta de suspense, tensión y aventura, compaginado con un poco de diversión y humor para niños. Todo esto junto crea una explosión de temas que se fusionan perfectamente entre las páginas del libro, formando, personalmente, uno de los mejores libros que leí jamás.

Otros libros del autor:

 Escrito por Julio Verne, otras de sus obras son Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil lenguas de viaje submarino, La isla misteriosa, Los hijos del capitán Grant, entre otras.

Si quieren leer esta novela:


Cinco semanas en globo

lunes, 14 de junio de 2021

Quiere bailar


 Les ofrecemos una historia de elecciones. Uno de nuestros jóvenes colaboradores nos trae este stop motion lleno de belleza que nos hace reflexionar.

sábado, 27 de marzo de 2021

Girafa, por Adrián Ferrero

 Adrián Ferrero nos cuenta hoy la historia de una jirafa llamada "Girafa". ¿El nombre de este animal, se escribe con "j" o  con "g"? Si lo quieren descubrir, no tienen más que trepar por el largo cuello de este cuento y escuchar lo que tiene por decir.


 Adrián Ferrero


Girafa

Por Adrián Ferrero

Ilustra: Gabi Casalins

 

     Era larga por donde la miraran, salvo la cola, que era cortita como una lagartija.

     Era a manchas marrones y blancas y tenía un cuello tan largo que uno se podía trepar por él y después bajar como por un tobogán. Pues eso fue lo que  hizo Pericles cierta tarde. Él vivía en Nairobi, donde su padre era embajador de Argentina porque  integraba el servicio diplomático. Se trepó a la jirafa y se deslizó hasta su lomo. Luego quedó trepado, la montó, le puso un lacito en el cogote y anduvo un buen rato por la sabana.

     Lo cierto es que Pericles descubrió otra cosa. Mucho más desopilante. Ustedes se preguntarán dos cosas ¿qué quiere decir la palabra “desopilante”?  Y también se preguntarán qué fue lo otro que descubrió Pericles. Lo que descubrió Pericles fue que la jirafa giraba el cuello y podía mirarlo a la cara estando él sentado. Sentado o montado, como prefieran llamarlo. Y la palabra “desopilante” búsquenla en el diccionario.

     Dado que esta era una jirafa sin nombre (al menos que él lo supiera) se le ocurrió ponerle uno. ¿Y saben cuál se le ocurrió? “Girafa”. “Girafa de aquí”. “Girafa de allá”. Lo cierto es que la jirafa Girafa lo que no hacía era hablar, pero sí podía rotar su cuello 360 grados.

     ¿Para qué sirve semejante tontería? Se preguntarán ustedes con toda la razón del mundo.  Pero Girafa la usaba para algo FUNDAMENTAL.  La usaba para mirarse en el agua, porque era muy coqueta y vanidosa. Y aprovechaba para enterarse de ese modo si la nuca estaba limpia o sucia, sucia o limpia. Era su espejo.

      Pericles se hizo muy amigo de Girafa. Tan, tan amigos que salía a trotar por la sabana, se metían por entre los bañados, Girafa saludaba con la pezuña a los ñus pero ni bien sentía el olor de los chitas o de los leones salían disparando para la manada.

     Lo más difícil de todo para Girafa era tomar agua. Tenía que hacer todo un operativo complicadísimo. Incorporarse, abrir las patas delanteras, después bajar lentamente el cogote, el cuello hasta que por fin su hocico tocaba el agua y se ponía a beber. Para colmo de males, al tomar agua tan inclinada, costaba que el agua subiera porque todo lo que sube tiende a bajar, como es natural, siguiendo la ley de gravedad. Sus movimientos de deglución iban entonces en contra de la ley de gravedad.

     Ya comer era cosa más sencilla. Porque se acercaba a los árboles, estiraba el cuello, sacaba la lengua que se parecía a una culebra y se ponía, golosa, a masticar sus hojas favoritas, que eran las verde claro porque eran fresquitas. Mullidas como una almohada, las hojas verdes de los árboles la tentaban. Cada vez que Pericles montaba a Girafa por la sabana ella se desviaba hacia donde hubiera un grupo de árboles (por lo general cerca de donde hubiera agua) y se daba unos atracones de hojas color verde clarito que ni les cuento.

     La otra ventaja que tenía Girafa al poder girar todo su cuello era que cuando algún deprededor andaba más o menos cerca ella daba todo un giro con el cuello y lograba detectar de inmediato a la amenaza. Avisaba rápidamente al gran Jefe de la manada, un jirafo  que se llamaba Jitanjáforo y él las reunía a todas las jirafas, empezando por las jirafas más pequeñas hasta que toda la manada estuviera unida. Recién ahí emprendían la retirada rumbo a otras tierras más tranquilas, lejos de los agresores.

     Las jirafas, no sé si lo recordarán, tienen dos cuernitos diminutos. Nadie sabe ni supo nunca muy bien para qué sirven, salvo para adornar un poco esas cabezas que de otro modo quedarían lisitas como un bollo de pan. Esos cuernitos vienen a poner un poco de belleza, como si fueran adornos que las jirafas tienen y para que les luzcan en medio de la parte superior de la cabeza.

     Pero un día, sí, un buen día, Girafa se enojó mucho con otra jirafa porque había empujado de una patada a una jirafita porque quería comer primero. Era una jirafa egoísta con todas las letras. Entonces Girafa se enojó tanto, pero tanto que le pegó cuatro cornadas. Y una patada que la hizo mover la cola por un buen rato. Ustedes me dirán “¿Pero si los cuerno de las jirafas no tienen punta, qué daño se pueden hacer unas a otras?”. Yo creo que sí se pueden hacer daño. Y mucho. Un daño que no es exactamente el físico sino un daño que tiene que ver con romper los lazos que las unían como manada y ahora las convertía en enemigas. En enemigas hasta que alguna decidiera hacer las paces, cosa que efectivamente sucedió. Porque Girafa, una tarde, se le acercó a Soledad, la jirafa malvada, y le dijo que lo que había hecho no se hacía.  Pero que tampoco lo que ella hacía. De modo que apartar a una cría para comer uno primero y atacar a otra jirafa, no estaban bien ninguna de las dos cosas.

     ¿Y saben lo que pasó un día en que se desató un viento huracanado en medio de la sabana? Resulta que la tierra volaba descontroladamente, formando remolinos. Entonces Girafa, como no quería perderse nada y verlo todo, se puso a girar la cabeza para todos lados como un trompo. Le faltaban solamente los colores. Así fue que vio a las corridas de los ñus, el modo como se enroscaban las serpientes, la manera en que los leones se reunían en círculo parapetándose para evitar que el viento hiciera volarse a las crías y hasta pudo ver cómo los flamencos se apichonaban detrás de un grupo de árboles para que no se los llevara volando (a ellos que eran los que solían volar) el ventarrón terrible que azotaba a la sabana.

     Girafa pudo ver todo eso pero antes llevó al trotecito a Pericles montado sobre su lomo a su hogar en la Embajada de Argentina en Kenia.  “Kenia, Kenia cara de reina”, pensó Girafa cuando vio el cartelito de la embajada bien pintado con letras mayúsculas sobre la pared de la entrada del edificio (porque Girafa sabía leer, era una jirafa culta, nadie sabe muy bien cómo había aprendido tantas cosas, pero la cosa es que las sabía).

     Se agachó, Pericles descendió de su lomo y le dio un besito en la frente. Les confieso que Pericles le sintió mal aliento porque claro, Girafa no comía menta en la llanura. Tampoco, como los humanos, tenía posibilidades ni el hábito de lavárselos. Entonces lo que tenía era un terrible mal aliento. Cuando Pericles quedó sano y salvo de la terrible tormenta, Girafa regresó junto a los suyos. Probablemente por un largo rato. Probablemente por todo un día. Probablemente para siempre y no volvió a ver a Pericles.  ¿Se habría marchado el padre de Pericles, el Embajador de Kenia rumbo a otro país de África? ¿Rumbo a Argelia, su país de origen? ¿O habrían regresado a Argentina? Eso. Eso si les parece bien, lo dejamos para otro cuento. Y ahora nos vamos a cepillarle los dientes a Girafa ¿Les parece bien? Así le damos una mano con el mal aliento.