En la biblioteca vive el Mono de la Tinta. Se esconde entre mis libros y acecha mis tinteros. Cuando cree que no lo veo, olisquea mis lapiceras. Se trepa a una pila de libros y, por sobre mi hombro, trata de adivinar qué escribo. Escucho su respiración acompasada, anhelante, mientras lee. Lo sospecho en puntas de pie, haciendo equilibrio, pero, cuando me doy vuelta, siempre desaparece.

Dos cosas le gustan sobremanera: La tinta y las historias.

El otro día, al caer el sol, me acerqué silenciosamente. Me escondí en las sombras, detrás de las cortinas. La noche avanzaba lenta como el río espeso de mis sueños.

Entonces, cuando ya casi se me cerraban los párpados, lo vi: se acercó canturreando una cancioncita pegadiza y destapó todos los tinteros en un bailecito alegre. Después, sentado sobre sus patas sacó una historia del tintero con sus dedos largos.

“Había una vez…”. Y la tinta, sangre del cuento, se deshizo en gotas negras sobre el piso, desmigajándose en mil historias de dragones, de caballeros, de batallas, y en la historia de un mono que bebe tinta, una tinta negra y brillante, como los ojos negros del Mono de la Tinta

Gabi Casalins, septiembre de 2013

martes, 9 de febrero de 2021

La Caja de música (Alfonso Zurro)


 

A veces, para sacarnos de nuestra monotonía, no necesitamos nada más que un avioncito de papel. Eso nos ofrece La caja de música. Eso es lo que quiere ser, un avioncito de papel. Un detonante para iniciar la reflexión y la aventura.

Hablemos primero del contenido, luego de la forma de esta obra que, puede leerse, pero que está pensada para ser representada.

Nino es un niño que juega con un avión de papel. El avión se cuela por una rendija de una caja de música, donde una Muñeca espera ser despertada, aunque ni ella lo sabe. Muñeca oye los gritos de ayuda de Nino, algo está ocurriendo afuera. Entre la confusión logra escuchar un nombre, No tiene cara. Ella consigue liberarse de su ensueño y de su encierro. Tiene que encontrar a Nino para devolverle su avión. Y se inicia la aventura.

Muñeca, así sin más, sin ni siquiera nombre, se adentra en la búsqueda. Va topándose con una serie de personajes, que no son ni buenos ni malos, algunos, quizás, más atemorizadores que otros, pero de todos se aprende algo.

Cocolico, el cazador de zapatos; el Presentador del Circo, que siempre lo es; Gador, el león domador de humanos; el sabio profesor Don Perfecto; la Mano que anda sin cuerpo, sola por el mundo, solo con deseos de poseer; los habitantes de Jaulajá, que rinden pleitesía a una jaula y dejan a Muñeca hablando en jerigonza; el viejo Pirata jubilado; la diabólica pareja de Pestiño y Pestiñaza; el hombre lobo, el Guardián, de los dominios de No tiene cara; la última Sirena de su especie; el General que fue glorioso pero ahora solo es una estatua con ganas de luchar; el Payaso, uno de los que están encerrados en las botellas, y que le aclara cosas muy importantes, como que somos nosotros los que tenemos que salir, todo está en nuestro interior.

Y, por fin, Nino. Ahora es Muñeca quien tiene que ayudar a Nino a liberarse de ese ser que no es ajeno a nosotros mismos, el que No tiene cara, lo dice el Payaso, está en todos y es parte nuestra. También lo reconoce el malvado personaje, ‘Estoy en tu interior’. Nino será libre si él quiere serlo. Igual que Muñeca es libre porque eso es lo que ella quiere. Ya lo dijimos, el avión sólo fue el despertador. Pero, de pronto, una hoja doblada también sirve para viajar, alcanzar las nubes y huir de los miedos que nos impiden salir de la Caja de música.

Alfonso Zurro en el prólogo ya nos habla de los posibles niveles de acercamiento a la obra: “tiene diversos planos de lectura, desde el más explícito que viene dado por la acción y los sucesos dramáticos, hasta otros que entran en terrenos más simbólicos y significativos.”

Podemos conformarnos con ver la historia de una muñeca que sale de una caja de música o hablar de cómo afrontar la vida y de eludir los miedos. En realidad, probablemente, habrá una Caja de música y un No tiene cara para cada lector. O pueden ser, simplemente, una caja de música y un malvado de papel. Por esto, puede estar destinado a niños (y adultos) de todas las edades.

Antes de terminar, comentemos algo de la forma. Ya dijimos que se trataba de una obra para ser representada. Es, en efecto, una obra teatral. Su autor nos da orientaciones de cómo organizar el escenario, la música, el vestuario. Y, como estamos en una caja de música, nos encontramos con movimientos musicales. La pieza está dividida en una Obertura, 15 movimientos y  una Coda final. Cada uno de ellos es una escena y va acompañado de un adjetivo. La Obertura se inicia con un Adagio naciente; el Primer movimiento es un Andante dulce; el Segundo, un Presto Tempestuoso y así hasta llegar a la Coda final con un movimiento Largo volátil… Los movimientos no son casuales, pues, indican la intensidad de lo que acontece en ellos. De manera que la música nos va guiando en toda la aventura.

No podemos dejar de comentar las ilustraciones de Claudia Ranucci. Los dibujos reflejan los personajes representados, sin detalles superfluos, siempre usando el rojo, el negro y el blanco, con líneas bien marcadas, próximos a los garabatos.

Ya no nos queda mucho más, sólo subirnos en ese avión, con Muñeca y Nino, enfrentarnos a nuestros No tiene cara y, libres, volar entre las nubes.

Sobre el autor:

Nacido en Salamanca, ha vivido siempre vinculado a la ciudad de Sevilla. Es profesor de teatro y dramaturgo. Aunque no es, propiamente, autor de literatura infantil, se ha preocupado siempre de difundir el teatro entre niños y jóvenes. Con esta obra obtuvo, en el año 2000, el Accésit al Premio SGAE de Teatro Infantil y Juvenil.

En la página oficial encontramos sus datos biográficos, sus principales obras y sus intereses profesionales: http://alfonsozurro.es/