En la biblioteca vive el Mono de la Tinta. Se esconde entre mis libros y acecha mis tinteros. Cuando cree que no lo veo, olisquea mis lapiceras. Se trepa a una pila de libros y, por sobre mi hombro, trata de adivinar qué escribo. Escucho su respiración acompasada, anhelante, mientras lee. Lo sospecho en puntas de pie, haciendo equilibrio, pero, cuando me doy vuelta, siempre desaparece.

Dos cosas le gustan sobremanera: La tinta y las historias.

El otro día, al caer el sol, me acerqué silenciosamente. Me escondí en las sombras, detrás de las cortinas. La noche avanzaba lenta como el río espeso de mis sueños.

Entonces, cuando ya casi se me cerraban los párpados, lo vi: se acercó canturreando una cancioncita pegadiza y destapó todos los tinteros en un bailecito alegre. Después, sentado sobre sus patas sacó una historia del tintero con sus dedos largos.

“Había una vez…”. Y la tinta, sangre del cuento, se deshizo en gotas negras sobre el piso, desmigajándose en mil historias de dragones, de caballeros, de batallas, y en la historia de un mono que bebe tinta, una tinta negra y brillante, como los ojos negros del Mono de la Tinta

Gabi Casalins, septiembre de 2013

lunes, 15 de junio de 2020

Las Bebetecas



Duérmete niño, niño
Que viene el coco
Y se lleva a los niños
Que duermen poco.
La gestación de la palabra
El poeta chileno Pablo Neruda, nos recuerda una y otra vea “todo está en la palabra”. Cuánto más si vamos a hablar de esa primera infancia y la relación con los libros. Alguna voz podría amonestarnos diciendo:  ¿primera infancia y libros?...  ¡Pero si es que los bebés no saben leer!.
Hoy en día somos conscientes de la importancia del  encuentro entre el libro y el lector. Y ya no importa si quien se asoma a la lectura es un niño, joven o adulto. Pero hasta hace no mucho tiempo,  pensar en que ese lector podía ser un bebé  era una idea absolutamente fuera de  lo que se puede denominar “sentido común”.
Según distintas investigaciones el término “bebeteca” fue incorporado al vocabulario del mundo de los libros y mediadores de lectura en 1987 a través de la voz de Georges Curie. Término que se hizo oír en la  5ta. Conferencia Europea de Lectura por medio de Mercé  Escardó i Bais, fundadora y directora de Can Butjosa  (Biblioteca Infantil y Juvenil) de Parets del Vallès y de la primera Bebeteca en 1990: Hay tanto que no sabemos el sutil y profundo misterio que se esconde detrás de cada palabra, de cada gesto, de cada silencio[1][i]
Y aquí estamos comenzando tejer palabras como cuentos, nanas, bebes, padres, madres, mediadores y libros, en un espacio “extraterritorial” en un tiempo detenido: el momento en el que el lector se encuentra con la historia. 
Yolanda Reyes en La biblioteca para los que no saben leer: acceso a libros y lecturas en la primera infancia[2], cuenta sus primeras experiencias en torno a generar un lugar que posibilitara el encuentro entre la literatura y los niños. Espantapájaros es su gran creación en Colombia: un lugar que dio lugar a un encuentro singular: los bebes, los libros y los mediadores de lectura.


Los tiempos han traído aires nuevos y vientos frescos para este nuevo espacio que se levanta en cuanto a lo literario: los bebés hojean páginas de libros, cuentan lo que ven en las ilustraciones, se hacen amigos de los personajes y de las historias. Mientras tanto,  la industria editorial  busca nuevas formas de hacer más accesible y agradable el encuentro entre los protagonistas.
Según la ciencia, por medio de estudios de monitoreo fetal, los bebés escuchan antes de nacer. Ya que el desarrollo de la audición  se constata  al último trimestre de la gestación.    Yolanda Reyes en su artículo introduce información relevante demostradas por las investigadoras Karmiloff (2005):  El mundo del feto  está inundado por una cacofonía de gorjeos y quejidos  procedentes del cuerpo de la madre,  junto con el ritmo constante de sus latidos. Todas estas investigaciones aportan una información que es muy importante y es que el contacto con el lenguaje es anterior al nacimiento.  Reyes señala  que “Todos los elementos verbales y no verbales que introduce en el mundo del bebé –palabra, tacto, postura y movimientos – forman una “envoltura” que enmarca la comunicación”.
Para ir cerrando esta entrega,  desde este espacio de literatura infantil vamos a ir buceando en bibliotecas cuyos lectores son bebés, que comparten experiencias  comunicativas con  otros bebés, sus padres, madres y mediadores de lecturas.
Es importante que reconozcamos que la lectura y el encuentro con la literatura lo percibimos desde el seno materno. Que la palabra, la voz, la cadencia rítmica, los abrazos, los gestos,  las miradas y los silencios sigan siendo  los brazos que envuelvan y cobijen nuestra humanidad tan necesitada de caricias.



[1] [1] Mercè Escardó  en El cuento: un vínculo que educa, alimentando el alma en https://www.estris.cat/actualitat/opinio/especial-lectura/el-c
[2] Yolanda Reyes en Bibliotecas y escuelas. Retos y posibilidades en la sociedad del conocimiento.





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