En la biblioteca vive el Mono de la Tinta. Se esconde entre mis libros y acecha mis tinteros. Cuando cree que no lo veo, olisquea mis lapiceras. Se trepa a una pila de libros y, por sobre mi hombro, trata de adivinar qué escribo. Escucho su respiración acompasada, anhelante, mientras lee. Lo sospecho en puntas de pie, haciendo equilibrio, pero, cuando me doy vuelta, siempre desaparece.

Dos cosas le gustan sobremanera: La tinta y las historias.

El otro día, al caer el sol, me acerqué silenciosamente. Me escondí en las sombras, detrás de las cortinas. La noche avanzaba lenta como el río espeso de mis sueños.

Entonces, cuando ya casi se me cerraban los párpados, lo vi: se acercó canturreando una cancioncita pegadiza y destapó todos los tinteros en un bailecito alegre. Después, sentado sobre sus patas sacó una historia del tintero con sus dedos largos.

“Había una vez…”. Y la tinta, sangre del cuento, se deshizo en gotas negras sobre el piso, desmigajándose en mil historias de dragones, de caballeros, de batallas, y en la historia de un mono que bebe tinta, una tinta negra y brillante, como los ojos negros del Mono de la Tinta

Gabi Casalins, septiembre de 2013

viernes, 31 de julio de 2020

El Mono de la tinta visita a Espantapájaros


“Los bebés me han enseñado más sobre la lectura y la condición humana que cualquier otra población”.   Yolanda Reyes



En nuestro primer artículo, comenzamos a recorrer el mundo de las bebetecas, ahora, nos vamos a Colombia, allí  continuaremos visitando este mundo mágico pensado y creado para los pequeños lectores. Para ello nos comunicamos con  Isabel  Calderón, hija de Yolanda Reyes y una de las representantes de Espantapájaros: proyecto cultural de animación a la lectura desde el comienzo de la primera infancia.  La propuesta es viajar hasta la génesis del proyecto y revivir las inquietudes que dieron lugar al nacimiento de esta gran propuesta cultural. Y así comenzó  a contarnos la historia…

 En 1988, Carmiña y Cristina López e Irene Vasco fundaron la Librería Espantapájaros, la primera del país especializada en literatura infantil. Alrededor de la librería se conformó un equipo interdisciplinario que, además de ofrecer un acervo literario de la mejor calidad para fomentar el placer de la lectura, comenzó a preocuparse por crear una propuesta de formación de lectores. 

Así, en 1990, surgió Espantapájaros Taller, creado por Yolanda Reyes e Irene Vasco, con el propósito de ofrecer opciones para la formación literaria y artística, tanto de los niños como de los mediadores adultos –padres, madres, maestros y bibliotecarios– y de promover una pedagogía de la lectura centrada en el gusto por leer y en el fortalecimiento de los vínculos afectivos entre los libros y los niños, las familias y los maestros desde la más temprana infancia. 

Se asoma la voz de Yolanda a través de su texto La casa imaginaria y es ella misma quien define este proyecto a través de dar respuesta a una pregunta que la inquieta:



 ¿Cuándo comienza, entonces, la historia del lector? Llevo mucho intentando dar forma a esta pregunta. A través de un trabajo que conjuga la investigación y la práctica cotidiana, he visto crecer varias generaciones en el Taller Espantapájaros, un proyecto  de educación artística y literaria para la infancia. Este proyecto construido por muchas manos grandes y pequeñas, más allá de un lugar real en Bogotá, ha sido una especie de “casa imaginaria” que alberga infinidad de historias: la historia particular de cada ser humano que se va abriendo al mundo  del lenguaje y la historia compartida pues, en el fondo, todos nos inventamos a punta de palabras”.(Reyes 2007)[1]

Continúa Isabel Calderón: Mientras se alza Espantapájaros como ese lugar soñado, simultáneamente da sus primeros pasos la Revista Espantapájaros, dirigida por Cristina y Carmiña López, con el propósito de incentivar, cohesionar y divulgar el trabajo de los creadores colombianos de libros para niños –autores, ilustradores y editores–, de proponer encuentros creativos entre ellos y sus lectores y de crear nuevos contenidos dirigidos a la infancia. En ese momento en el que se consolidaban muchos nombres en el ámbito de la literatura infantil colombiana y otros comenzaban a trabajar y a hacerse conocer, la revista jugó un importante papel en la circulación y el conocimiento de esos nuevos nombres y muchas de las figuras más reconocidas de la literatura infantil colombiana actual publicaron por primera vez sus obras en esta revista.

El proyecto inicial de librería, talleres pedagógicos y revista especializada se complementó, en 1992, con el Taller de Educación Inicial, un jardín infantil centrado en la literatura y la expresión artística, que actualmente es considerado como referente para el trabajo pedagógico en primera infancia, como escenario para realizar prácticas universitarias  y como  uno de los proyectos piloto para inspirar la construcción de lineamientos de Educación Inicial en Colombia. 



Aunque el proyecto se ha ido transformando y ha evolucionado desde su fundación, las primeras intuiciones apuntaban hacia una hipótesis que ahora puede parecer obvia, pero que hace dos décadas permitía vislumbrar un camino distinto para la formación de lectores: el de considerar a los niños como lectores sensibles, críticos e interpretativos, desde antes de aprender a leer en el sentido convencional[2].  Esta hipótesis se inspiraba en el cambio de mirada sobre la lectura que entonces comenzaba a circular tímidamente y que provenía de nuevos abordajes teóricos relacionados con la idea del lector como un sujeto activo que, más allá de limitarse a extraer un significado inmutable y unívoco, desplegaba una compleja actividad psíquica para construir múltiples significados. A la luz de esos nuevos paradigmas, los lectores de cero a seis años cobraban importancia, en tanto que el desciframiento simbólico que tenía lugar desde el comienzo de la vida constituía el sustrato básico de las tareas interpretativas. Las conexiones entre la lectura y el acceso al lenguaje que comenzamos a presenciar y a documentar fueron abriendo una puerta de vaivén entre la librería, el jardín de infantes y los proyectos de formación de mediadores, lo cual nos inspiró a especializarnos en la génesis de la lectura, en los albores de la relación de los seres humanos con el lenguaje y en la primera literatura que deja huellas en la vida.



Poética y política: la construcción de un nuevo paradigma sobre infancia

La historia de Espantapájaros se enmarca entre dos fechas cruciales para el cambio de paradigma político en la concepción de  infancia. En primer lugar, la Convención de los Derechos de los Niños de 1989, aprobada por 191 países en la Asamblea General de las Naciones Unidas, se constituyó en un hito mundial al considerar a todo niño como sujeto de derechos, superando antiguos paradigmas basados en el asistencialismo. Desde su fundación, en 1990, Espantapájaros tomó como horizonte la Convención de los Derechos de los Niños para plantear su trabajo con la infancia desde la perspectiva moderna de considerar a los niños como sujetos titulares de derechos y ciudadanos desde el comienzo de sus vidas. En concordancia con este marco internacional,  la Constitución Política de 1991, que estableció la prevalencia de los derechos de los niños  (Artículo 44) y elevó a principios constitucionales los compromisos suscritos por Colombia en la Convención de los Derechos del Niño, fue otro referente para la  fundamentación del Proyecto, en tanto que nos inspiró a buscar la garantía de los derechos y a situar la lectura y la educación inicial como pilares para hacer efectivo el derecho a la educación y a la cultura consagrados en la Carta. 
  
Asimismo Espantapájaros tiene como referente el Código de la Infancia y la Adolescencia, (Ley 1098 de 2006), en el que se establece el derecho al desarrollo integral en la primera infancia, especificando las responsabilidades de la familia, la sociedad, las instituciones y el Estado frente a ellos, (Artículo 10), para ofrecer una educación pertinente y de calidad en su Jardín Infantil y en todos sus proyectos dirigidos a la infancia.

Y así, con un dejo de nostalgia pero sabiendo que en muchos lugares de este mundo, se encuentran sitios que acunan las vivencias de muchos bebés y niños nos vamos con una cita de Yolanda Reyes:  

                                    “La historia humana parece demostrarnos, desde el comienzo, que “no sólo de pan vive el hombre”: que, más allá de estar nutridos y atendidos en el plano de lo fisiológico, necesitamos de las palabras y del afecto del que son portadoras, para sobrevivir.”[3]







[1] Yolanda Reyes. (2007).La casa imaginaria: lectura y literatura en la primera infancia. Bogotá. Norma.
[2] El subrayado es nuestro.
[3] Yolanda Reyes, op.cit.

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