En la biblioteca vive el Mono de la Tinta. Se esconde entre mis libros y acecha mis tinteros. Cuando cree que no lo veo, olisquea mis lapiceras. Se trepa a una pila de libros y, por sobre mi hombro, trata de adivinar qué escribo. Escucho su respiración acompasada, anhelante, mientras lee. Lo sospecho en puntas de pie, haciendo equilibrio, pero, cuando me doy vuelta, siempre desaparece.

Dos cosas le gustan sobremanera: La tinta y las historias.

El otro día, al caer el sol, me acerqué silenciosamente. Me escondí en las sombras, detrás de las cortinas. La noche avanzaba lenta como el río espeso de mis sueños.

Entonces, cuando ya casi se me cerraban los párpados, lo vi: se acercó canturreando una cancioncita pegadiza y destapó todos los tinteros en un bailecito alegre. Después, sentado sobre sus patas sacó una historia del tintero con sus dedos largos.

“Había una vez…”. Y la tinta, sangre del cuento, se deshizo en gotas negras sobre el piso, desmigajándose en mil historias de dragones, de caballeros, de batallas, y en la historia de un mono que bebe tinta, una tinta negra y brillante, como los ojos negros del Mono de la Tinta

Gabi Casalins, septiembre de 2013

sábado, 5 de diciembre de 2020

La pedagogía de la palabra

 

¿Recuerdas que puedes usar las palabras como un cuchillo? También las puedes convertir en una flor.

Elia Barceló en El almacén de las palabras terribles. EDELVIVES

 


En estos días, como en tantos otros, las palabras circulan, nos envuelven, algunas veces nos cobijan otra veces nos arrojan a una realidad que no siempre es benévola con nuestra humanidad. La literatura se ha hecho eco de esta necesidad del hombre de transcender a través de las palabras.  Gianni Rodari en su Gramática de la Fantasía, nos invita, a través de una comparación, a meditar sobre la circularidad de la palabra. A observar que al igual que una piedra que es arrojada en el agua genera círculos concéntricos que devienen en un movimiento espontáneo, así también la palabra genera en nosotros otros movimientos que dan vitalidad al alma o la cierran entre llaves para protegerse y no sufrir. El gran poeta Vicente Huidobro en su Poética nos dice: cuida tu palabra, el adjetivo que no da vida, mata. Tan claro como contundente.

Elia Barceló nos recuerda el poder de la palabra a través de la comparación de la palabra con un cuchillo. Qué fuerte, tal vez piensa el lector. Si pudiéramos comprender verdaderamente el poder que tiene el lenguaje, la tristeza o la alegría que se genera cuando emitimos determinados términos: flor, amor, amistad, dolor, pasión, o quizá cuando emitimos algún insulto, creo que daríamos un gran paso hacia el verdadero humanismo. Entender que con la palabra se construye y que con ella también se destruye, es un hallazgo que sería importante poner en práctica.

Y es así que  El almacén de las palabras terribles, nos lleva a plantearnos en nuestra cotidianeidad las palabras que decimos, las que omitimos o las que olvidamos decir.  Y yo me pregunto y les pregunto ¿dónde quedan esos adjetivos no dichos? ¿En qué cofre guardamos las palabras soñadas y hasta las que aún no han sido inventadas?

Talia, Ana, Miguel, Diego, Pedro, Fernando, Elena, Jaime, Yolanda, las enfermeras, los médicos; todos estos personajes de la novela, tienen algo para decir: …”Dentro de la cajita plana se movían perezosamente, unos puntos brillantes, como insectos diminutos hechos de piedras preciosas.

-¿Las ves? Ahí están. Vivas. Activas. Despiertas.

-¿Esas son palabras? –preguntó  Talia, fascinada por el movimiento y el color- ¿Tan bonitas?

-Las palabras humanas, aunque imperfectas, son siempre hermosas, Talia.

-Y ¿por qué duelen tanto?

El juego con el tiempo y el espacio se divide  en dos dimensiones: aquí y allí. La vida de cada uno de los personajes se ciñe a un pasado, a un  presente y un futuro. Pero para transitar hacia ese futuro, hay que ser consciente de lo dicho y de lo omitido. Hay que hacer carne las palabras emitidas y enunciar los vocablos guardados.

El discurso de lo dicho y de lo no dicho nos recorre como seres humanos. Para algunos de los personajes de la novela hay una segunda oportunidad: la de evaluar lo dicho e ir en busca de palabras que construyan otra relación entre las personas que habitan su mundo; para otros ni siquiera hay un momento de reflexión para analizar los actos que han realizado y  los dolores que han generado: … “No sabía cómo decirlo. ¿Las palabras “se mataban”, se “borraban”, se “desactivaban”?

-¿Quieres conocer el efecto de tus palabras?

La pregunta habías sido hecha en el mismo tono neutro que todo lo que había dicho su guía hasta el momento, pero de algún modo, Talia tuvo la sensación de que era una pregunta importante, de que su respuesta dependería el resultado final.

-Sí -contestó.

Finalmente, es importante recordar que la pedagogía de la palabra consiste en analizar y reflexionar sobre el valor que le damos en nuestra cotidianeidad al arte de decir y al de omitir.

A nuestros grandes y pequeños lectores les deseamos un camino lleno de palabras de amor y hasta otro encuentro de lecturas.

 

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