En la biblioteca vive el Mono de la Tinta. Se esconde entre mis libros y acecha mis tinteros. Cuando cree que no lo veo, olisquea mis lapiceras. Se trepa a una pila de libros y, por sobre mi hombro, trata de adivinar qué escribo. Escucho su respiración acompasada, anhelante, mientras lee. Lo sospecho en puntas de pie, haciendo equilibrio, pero, cuando me doy vuelta, siempre desaparece.

Dos cosas le gustan sobremanera: La tinta y las historias.

El otro día, al caer el sol, me acerqué silenciosamente. Me escondí en las sombras, detrás de las cortinas. La noche avanzaba lenta como el río espeso de mis sueños.

Entonces, cuando ya casi se me cerraban los párpados, lo vi: se acercó canturreando una cancioncita pegadiza y destapó todos los tinteros en un bailecito alegre. Después, sentado sobre sus patas sacó una historia del tintero con sus dedos largos.

“Había una vez…”. Y la tinta, sangre del cuento, se deshizo en gotas negras sobre el piso, desmigajándose en mil historias de dragones, de caballeros, de batallas, y en la historia de un mono que bebe tinta, una tinta negra y brillante, como los ojos negros del Mono de la Tinta

Gabi Casalins, septiembre de 2013

domingo, 28 de diciembre de 2014

Una leyenda verdadera de Clarice Lispector

      Este año, por compensación por el retraso queremos regalarles dos cuentos navideños, uno es el que ya hemos publicado La Galleta de nuestra Gabi Casalins, el otro es Una leyenda verdadera de Clarice Lispector.

     Como hasta ahora nunca habíamos traído a Clarice a nuestra revista, y, sabiendo como sabemos, que más de uno sabe de quién se trata, pues no en vano estamos hablando de una de las más grandes escritoras brasileras, nos gustaría comentar algunas cositas sobre ella.
Clarice Lispector nació en Ucrania el 10 de diciembre de 1920 en Chechelnyk (Ucrania), mientras sus padres huían, apenas dos meses después la familia llegó a Brasil, país que siempre consideró el suyo.

     Escribió para adultos y para niños. Sus obras destinadas especialmente para chicos (aunque también los adultos pueden leer y disfrutar con ellas) son, entre otras, la vida íntima de Laura, ¿Cómo nacieron las estrellas?, Casi Verdad, además de cuentos y recopilación de leyendas brasileñas.
Cuando le preguntaron a Clarice cómo empezó a escribir para niños, contó esta anécdota:

"Cuando estaba escribiendo La manzana en la oscuridad en Washington, mi hijo Paulo me pidió, en inglés –yo hablaba portugués con él, pero él hablaba inglés conmigo–, que escribiese una historia para él, y le respondí: “Después”. Pero él dijo: “No, ahora”. Entonces saqué el papel de la máquina y escribí El misterio del conejo que pensaba, que es una historia real, una cosa que él conocía. Por esa vez, fue todo. Lo escribí en inglés para que la criada se lo pudiese leer, ya que entonces él todavía no sabía... (...) ¡Ah! Por esa vez, fue todo. Pasado un tiempo, un escritor de San Pablo, ya no me acuerdo de su nombre, que editaba libros infantiles, me preguntó si yo quería escribirlos o si tenía alguno. Dije que no. De repente me acordé de que todavía tenía la historia del conejo y que sólo había que traducirla al portugués, cosa que hice yo misma." (Cfrdo. en http://página12.com.ar)

     El cuento que le proponemos aparece en ¿Cómo nacieron las estrellas? y se llama Una leyenda verdadera. En Argentina, está publicado por V&R Editoras, traducido por Alicia Salvi e ilustrado por Raquel Cané. Esperemos que disfruten de él, como nosotros.

Una leyenda verdadera

     En el pesebre todo estaba tranquilo y agradable. Caía la tarde  y todavía no se veía la estrella-guía. Por el momento, la alegría serena de un nacimiento -que siempre renueva al mundo y lo hace empezar por primera vez-, esa alegría suave, pertenecía solo a una pequeña y humilde familia.
Algunos sentían que algo estaba ocurriendo en la tierra, pero nadie lo vio ni lo supo a ciencia cierta.

     A la tarde, ya oscureciendo, en la paja de color dorado, manso como un cordero, brillaba el niño, tierno como un hijo nuestro. Bien cerca, un buey y un burro lo miraban. Y calentaban el aire con la respiración de sus cuerpos. Era el momento después del nacimiento, y él reposaba todo húmedo, todo húmedo y tibio respiraba. María descansaba su cuerpo agotado: su tarea en el mundo y ante el pueblo de Dios era cumplir con su destino, y ahora descansaba y miraba al dulce niño.

     José, con su larga barba, sentado allí, meditaba, apoyado en su bastón: su destino, que era entender, se había realizado.

     El destino del niño era nacer.

     En medio de la noche callada se oía aquella música del aire que cada uno de nosotros hemos escuchado y de la que está hecho el silencio. Era extremadamente dulce y sin melodía, pero hecha de sonidos que podían formar una.

     Flotante, ininterrumpida. Sonaba como quince mil estrellas. La pequeña familia captaba la más primaria vibración del aire -como si hablara el silencio.

     El silencio de Dios hablaba. Era agudo, suave, constante, todo atravesado por sonidos horizontales y oblicuos. Miles de resonancias con la misma altura y la misma intensidad, con la misma ausencia de prisa. Noche feliz, noche sagrada.

     Y el destino de los animales allí se hacía y se rehacía: amar sin saber que amaban. La dulzura de las bestias comprendía la inocencia de los niños. Y, antes de que llegaran los reyes, le regalaban al recién nacido lo que poseían: esa mirada grande que tienen y esa tibieza de su vientre.

     Este niño, que renace en cada criatura que nace, querría que fuéramos fraternos en nuestra condición humana y delante de Dios.

     Ese niño se convertiría en un hombre y hablaría.

     Hoy en muchos hogares del mundo nace un niño.

     Y como si con eso no fuera suficiente, derrama en el aire como champaña el burbujeante Año Nuevo.


La Galleta (cuento navideño de Gabi Casalins)


A mi querida María Victoria
La señorita Vicky se despertó esa mañana y ya tenía en la piel olorcito a jengibre. “Se aproxima la navidad”, se dijo a sí misma y se puso el guardapolvo blanco para ir a la escuela.
En la parada del micro notó que una señora la miraba con ojos de huevo frito.
Después, el colectivero le dijo seriamente:
-Yo que usted me voy ya mismo para el hospital.
Sin entender una sola palabra, se sentó el asiento de adelante y puso el portafolio y las bolsas con los cuadernos de sus alumnos corregidos sobre su regazo. Entonces, se  vio las manos. ¡Flor de susto se llevó! La piel tenía una rugosidad extraña y un color amarillento. Desprendía el mismo perfume que había olido en su casa, antes de salir para la escuela.
Y, sí, la señorita Vicky se estaba convirtiendo en una galleta de jengibre. Ni más ni menos.
Y como era una maestra responsable, lo que hizo fue bajarse las mangas del guardapolvo para ocultar aquel inconveniente.
El problema lo tuvo con sus alumnos de cuarto año, que estuvieron todo el tiempo persiguiéndola en los recreos:
-¡Mmmmm! ¡Tenés perfume a galletita! – le dijo Martina mientras le frotaba la naricita respingona por la manga.
-¡Sí!- dijo a su vez Maxi, mientras le chupaba el dedo índice.
La señorita Vicky, que nunca había sido descortés con sus nenes o con cualquier persona que tuviera a su alrededor, escondió la mano en el bolsillo.
La directora, que siempre paseaba por el recreo como una reina sin corona, le pasó a la señorita Vicky por al lado, pero esta vez, la miró de arriba a  abajo y dijo:
-¿Victoria, me parece a  mí o estás engordando?
Pero la señorita Vicky no estaba engordando, se estaba “aplastando” como una galleta. Sí, como una galleta con forma de hombrecito de jengibre. Mejor dicho con forma de mujercita de jengibre.
Por esa razón comenzó a caminar por el patio con las piernas algo abiertas. Sus nenes la siguieron imitándola y ella, al verlos, para disimular les dijo:
-¡Vamos todos al aula caminando como el monstruo de Frankenstein!
Y los chicos la siguieron haciendo temblar las manos y endureciendo las rodillas, muertos de risa. Lo mejor de todo es que nadie sospechó nada, porque la señorita Vicky era conocida en la escuela por jugar mucho con sus alumnos.
En el aula, mientras hacían la tarea de matemática, la señorita Vicky se acercó a Alejo, que luchaba con la tabla del nueve. Alejo no se pudo contener y le mordió un poquito la punta de la nariz, porque para ese entonces la nariz de la maestra ya se había convertido en un confite colorado, y todos sabemos que si hay una golosina por la  que a Alejo daría la vida es por esos confites rellenos de chocolate.
-¡Uy, perdón seño, es que tenés una nariz tan “rica”, que digo tan linda!- dijo Alejo con la boca llena y el guardapolvo enchocolatado.
-¡No es nada, Alejito!- dijo la señorita y se tapó disimuladamente la nariz con la mano.
Así pasó toda la tarde, y al final del día escolar la señorita Vicky estaba llena de mordisquitos por las “tentaciones” de sus alumnos.
En la puerta, la señorita Andrea se le acercó mientras  ella  hacía malabarismos para poder doblarse y darle el beso de despedida a sus nenes:
-¿Vicky, me parece a mí o vos te estás transformando en galleta de jengibre?
-¡Disimulemos, Andre, disimulemos!- dijo La señorita Vicky y se tapó la nariz con la mano mientras saludaba al último alumno.
-Es que no podemos disimular, estás toda mordisqueada. ¡Parece que te hubiera atacado una banda de ratones!- dijo la señorita Andrea, bastante nerviosa.
-¡Y…no, ratones no, pero los nenes estuvieron toda la tarde un poco tentados con lo que me pasa!- dijo y continuó- ¡Ellos no tienen la culpa y son chiquitos Andre!
-¿Vos no pensaste que vas a quedar hecha migas, si seguís así?- se enojó Andrea.
-Y bueno…, al final si soy una galleta de navidad estoy para eso, estoy para que me coman con felicidad, relamiéndose y pensando en lo linda que es la navidad, con el arbolito, el pesebre y todos los regalos y dones que trae esta fecha.
-Pero Vicky, ¿vos estás loca? ¡Tenemos que ir al médico, ya!- dijo Andrea en el colmo de la furia.
-¡Ah, no, al médico no!, ¡el médico siempre me dice lo mismo: que las cuerdas vocales, que me cuide del polvo de tiza por la alergia, que cuidado con las cervicales! ¡Yo al médico no voy más! ¡Yo me vuelvo para casa a descansar y listo! Seguro mañana estoy bien.
Y se fue rengueando un poco y caminando como Franquenstein, porque Alvarito le había mordisqueado la punta del pie derecho mientras ella corregía en clase, distraída, la tarea de Lengua.
Esa tardecita, Martina, que había escuchado esta conversación entre las maestras en la puerta, escondida detrás de un árbol de la vereda,  escribió en su muro un mensaje para todos sus compañeros de año:
“Chicos, si nos seguimos comiendo a la señorita Vicky, nos quedamos sin maestra, y no sé ustedes, pero yo, a Pamela como suplente no la quiero. ¿Dónde vamos a conseguir una maestra tan dulce como Vicky? ”.
La respuesta no se hizo esperar. Llovieron ideas de todos los chicos, pero la ganadora fue la de Alvarito: había que mantenerla en el más cerrado secreto, para que ninguna maestra o compañero de otro año se enterara. Por eso fue que Alvarito no la publicó en las redes sociales,  y fue casa por casa entregando a cada uno una carta con “las instrucciones” para recuperar a la señorita Vicky.
Al día siguiente, la señorita Vicky amaneció totalmente convertida en galleta de jengibre. El sueño reparador había hecho milagros: cada mordisco de sus alumnos había desaparecido y, al mirarse al espejo, comprobó que el confite colorado de su nariz estaba intacto. Pensó de inmediato: “¡Suerte para Alejo!”. Y salió de su casa caminando tiesa para la escuela. El único problema fue que no le cerraba el guardapolvos , pero no se preocupó. En la brisa de ese diciembre próximo a la navidad, estaba muy bonita con su cara de galleta y el guardapolvo flotando como una bandera. El aroma del jengibre se mezclaba con el de los tilos y los jazmines y la señorita Vicky, aunque estaba agotada por todo el trabajo del año, pensó que ésta era su época favorita del año. “Y…la Navidad siempre tiene ese perfume a nacimiento, a cosa recién estrenada que le viene a uno tan bien y hace que no nos sintamos solos”, se dijo. Porque la señorita Vicky, hacía mucho, mucho que estaba sola.
La cosa pasó cuando llegó a la escuela. Para su sorpresa sus alumnos se portaron de maravillas: formaron en el patio muy ordenados, saludaron la bandera y entraron como soldaditos al salón. Después, sentados en sus bancos, le asombró a la maestra el silencio que hacían y entonces preguntó:
-¿Pasa algo grave, tesoros?
Alvarito, que tenía la voz cantante se paró al lado del banco y le dijo:
-¿Viste seño que vos te convertiste en galleta de jengibre y nosotros te estuvimos mordisqueando toda? Bueno, creemos que sabemos por qué te pasó eso y creemos que te podemos ayudar a que no te conviertas en miguitas…
-¿Ah, sí? ¿Y cómo lo van a hacer?- dijo atónita la galleta, qué digo, la maestra.
-Vos cerrá los ojos y abrí las orejas grande, grande.
-Los oídos, se dice, Alvarito, los oídos.
-Bueno, vos dale. –dijo Alvarito muy resuelto.
Y la señorita Vicky lo hizo, porque si algo caracteriza a la señorita Vicky es la confianza en sus alumnos.
Así, uno a uno, los chicos le fueron leyendo a la señorita Vicky a la oreja mensajes que le habían escrito. Algunos decían una palabra sola, otros un montón de palabras. Y si algo le quedó claro a la señorita Vicky fueron dos cosas: que no estaba sola en este mundo y que no era necesario ser una galleta de jengibre para que la quisieran. Con ser la señorita Vicky, bastaba y sobraba.

¿Que si siguió siendo para siempre una galleta de jengibre? Y, no. Aunque todos saben de qué miga está hecha esta maestra.
                                                                                                                              Gabi Casalins

domingo, 23 de noviembre de 2014

Teo en Filbita




 
Hasta Filbita se fue Gabi Gasalins con Teo y Antigua, para charlar un rato con los chicos sobre los sueños, los de Teo y los de los chicos. Y, después, cada uno dibujó su más impresionante sueño.
Imágenes de ese entrañable y creativo encuentro son las siguientes:









jueves, 30 de octubre de 2014

Dos pequeños escritores destacados

Seguimos buscando pequeños grandes escritores. Y nos hemos encontrado con Fausto y Sofía. Ambos son alumnos del Colegio Arcoíris: Fausto Ludueña está terminando 1º de EP, y Sofía Bonfiglio Giaccio, 3º.


AZULITO

     Había una vez un bicho llamado Azulito. Vivía en un agujerito de la pared.
    Cierto día se aburrió y salió a pasear por la casa, se metió por una canilla.Caminó por la cañería hacia adelante. De pronto, escuchó un ruido... El agua lo arrastró y cayó a la bañera.

    Mariqueta, la señora de la casa, se preparaba para darse un baño. Entró al agua y la bañera rebalsó.
    Azulito estaba nadando feliz, cuando una ola lo arrastró, casi se va por el desagüe.
Asustado, decidió regresar a su casita en la pared y terminar el paseo.
(Fausto Ludueña, 1º EP)


LAS TRAVESURAS DE MILAGRITOS

     Había una vez una hermosa niña de cabellos rizados y rojizos, llamada Milagritos. La pequeña era muy traviesa. Todos los días atrasaba los relojes de toda la casa. Su papá llegaba tarde al trabajo, su mamá salía con los pelos parados, sus hermanos llegaban tarde a la escuela, y ella dormía muy feliz un buen rato más.
     Un día resultó que, al querer cambiar los relojes nuevamente, sus papás estaban esperando al travieso y descubrieron quién era.
     Ya en penitencia, se puso a pensar otra travesura, y se le ocurrió esconder toda cosa que se le atravesara por su camino. Escondió llaves, zapatos, lápices, pelotas...
     Un día fue a casa de su amiguita Aldana, que tenía pileta, y al no poder encontrar, ni ella misma, su malla, quedó sin poder jugar en el agua, sentada en una silla, y viendo cómo Aldana chapoteaba.
     A partir de ese día, comprendió que las travesuras que había hecho estaban mal, y se puso a devolver todas las cosas que se habían ido extraviando, pidiendo perdón con besos y abrazos.
(Sofía Bonfiglio Giaccio, 3º EP)

viernes, 3 de octubre de 2014

Lo que Teo no dice

En los próximos días tendremos la oportunidad de presentar, en el Instituto Eureka, el nuevo libro de Gabi Casalins, Lo que Teo no dice, publicado por La brujita de papel. Les ofrecemos aquí, además de la reseña que aparece en el sitio de la editorial, un breve fragmento de la historia de Teo y su tortuga Antigua:





Teo sufre el bullying de Hernán, un compañero que ahora también se dedica a molestar a la buena de su amiga Marianita. Con la inundación de La Plata como telón de fondo y la ayuda de Antigua Pasolento, una tortuga muy especial, Teo se enfrentará  a una de las decisiones más difíciles de su vida.


(...)Todo mojado como estaba me costó reconocerlo, pero era él: Hernán. ¿De todos los chicos que podían entrar por mi ventana en una noche de inundación tenía que ser él? Hernán. El que me molesta en la escuela. El que se burla porque me gusta leer. El que me agarró del cuello en el baño cuando le dije que si seguía molestando le iba a decir a la maestra. El que me dice: “Anteojudo”, “Chicato”, “Gordo papa”, “Mariquita”(...)




(...)Entonces, desde adentro de la mochila que colgaba en el respaldo de la silla, escuché la voz de Antigua Pasolento que me decía enojada:
-¿Cuál es la maravilla que tú la ocultas?
 Palabras que son claras, tú las sepultas.
 Palabras que son puentes de orilla a orilla,
 palabras que tú sabes, unen las gentes…

Desesperado miré para todos lados. Los chicos estaban doblados sobre las cuentas en sus carpetas y nadie parecía haber oído las palabras de Antigua Pasolento. Si se daban cuenta, estaba frito (...)


miércoles, 16 de abril de 2014

Pequeños escritores

Pequeños escritores: 

Inauguramos hoy esta nueva sección en nuestro blog: se trata de un espacio para que los chicos puedan publicar sus cuentos e ilustrarlos.

¿Que por qué abrimos este espacio? Bueno, es importante escuchar nuevas voces, descubrir mundos internos que se esconden y proponer un lugar de encuentro para la fantasía. 


A nosotros, los que somos grandes, creo que nos gustará también saber que la fantasía hace su nido en los corazones jóvenes y que anda a los saltitos tratando de escaparse por la ventana de la imaginación de algún niño, de alguna niña, de algún joven.




Así, las ganas de  contarnos un cuento, regalarnos un poema o entregarnos una breve escena teatral  encontrarán un espacio y serán, entonces, como por arte de magia, ¡Literatura!
Y los chicos, por supuesto, escritores.

¿Y el Mono de la tinta?...
 El Mono, feliz con estas nuevas historias que comienzan a nacer.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Pinocho de Carlo Collodi

Sin duda le crecerá la nariz a quien diga que no ha leído jamás nada sobre este muchachito maleducado, travieso, mentiroso, bueno para nada, que, no obstante, acaba teniendo una pizca de generosidad y acude a salvar a su papá. Pero cuántos de los que hemos leído el cuento, hemos leído el original. Aquí ya son menos. Y es precisamente la más interesante de todas las versiones, de la que se pueden extraer más lecciones y donde las aventuras y las travesuras de este trozo de pino convertido en muñeco son más colosales, donde el hada buena es más buena y, a veces, más humana (y ¿por qué no? más azul).

Les invito a leer, no ese pinocho reinventado de los cuentos troquelados, ni aquel otro, de la factoría Disney que bailaba con un gato y trabajaba como marioneta, sino el otro, el que escribió Carlo Collodi y fue publicado por entregas en el Giornale per i Bambini, a partir de 1881 y hasta enero de 1883. Hay grandes diferencias entre unos y otros, quizás la más llamativa sea el hecho de que el Pinocho de Collodi nunca trabaja de marioneta, aunque como veremos, a veces, se comporta como una marioneta en manos de gente malvadas y sin escrúpulos. Y el dueño del teatro de marionetas en el cuento de Collodi es un hombre que, pareciendo rudo, en el fondo es un buenazo que se apiada del pobre niño de madera y de su padre que lo espera en su casa y le da unas monedas que luego provocarán otras aventuras o desventuras…

Pero mejor será no empezar a adelantar nada, e ir, directamente, al cuento, que todos creemos conocer hasta que leemos el de Collodi.
Nuestra historia empieza en el taller de carpintero de maese Antonio o maese Cereza (sobrenombre que le viene por el color moráceo de su nariz). El viejo carpintero encuentra un trozo de madera, idóneo para terminar una mesa, pero justo cuando le iba a dar el primer golpe, oye una vocecita que lo recrimina por querer golpearlo. Por supuesto, cuando se da cuenta de que quien le habla es el tronco, ve el cielo abierto al poder desprenderse de él, cosa que ocurre en seguida: un vecino de maese Cereza, su amigo Geppetto va a pedirle un trozo de madera, dentro de su hambruna y miseria ha ideado una forma de ganarse la vida, dar la vuelta al mundo y conseguir un trozo de pan y un vaso de vino. Todo ello, gracias a que va a hacer un muñeco de madera que baile, practique esgrima y dé saltos mortales.
Geppetto, una vez en su casa, en la que hasta el humo de la cazuela era decoración pictórica de la pared, le pone nombre a su futuro muñeco, lo va a llamar Pinocho, pero no porque sea madera de pino, sino porque conoció a una familia con ese nombre, en el que ‘el más rico de ellos pedía limosna’, por eso supone que le va a traer suerte.
Collodi no para de sorprendernos con salidas de este tipo, entre irónicas, burlonas y algo esperpénticas, en las que ya apunta cierto surrealismo.
Después de mucho luchar, Geppetto consigue terminar el muñeco, bueno, casi terminarlo, porque, al pobre, entre tanta travesura de Pinocho, se le olvida ponerle las orejas.
Las tropelías de Pinocho provocarán, desde el principio, una serie de desventuras, que dejarán al pobre Geppetto en prisión, sin culpa alguna y al muñeco solo en casa, sin nada que comer, y con un grillo parlante que acabará aplastado contra la pared, por querer leerle la cartilla a la díscola criatura.
No se preocupen, el Grillo volverá a aparecer, no siempre con forma de grillo, pero eso sí, siempre dispuesto a cantarle las cuarenta a este desobediente Pinocho.
Pero no sólo el Grillo se va a metamorfosear a lo largo del cuento, el mismo Pinocho pasa de ser un tronco de madera a ser un muñeco, va a ser confundido con un ladrón y lo van a tratar como a un perro guardián, lo van a creer un extraño pez y casi va a morir frito en la sartén, luego será un burro (nada de tener sólo orejas y rabo de burro, se convierte en un burro auténtico), de nuevo muñeco de madera, para trabajar como un burro, ahora sin serlo, y terminar, finalmente, como un niño de carne y hueso, en premio a su buen corazón hacia su padre y hacia su amada Hada, claro que para eso, tenemos que llegar a los últimos capítulos.


También el hada va a sufrir mutaciones, primero será una niña de cabellos azules que vive rodeada de extraños y asombrosos seres (entre ellos un Caracol que volverá a aparecer en otros momentos y un perro de lanas que sirve como cochero) en una casita junto al bosque donde Pinocho va a ser colgado de una encina, esta niña lo cuidará y curará, le advertirá sobre su nariz que crece al decir mentiras. La niña morirá por las penas que le hace pasar Pinocho, pero reaparecerá en la Isla de la Abeja Hacendosa, convertida en una señora respetable (eso sí, con su pelo azul identificativo), que lo intentará llevar por el buen camino como una buena mamá. Más tarde, cuando Pinocho ha escapado de la isla, se ha ido al País de los Juguetes, se ha convertido en burro, ha conseguido escapar y ha encontrado a su padre en el vientre del Gran Tiburón, del que también escapa, ve, triscando sobre la ladera de la costa una cabrita ¡con pelaje azul!, que llora y está triste porque Pinocho ha muerto en el mar.
Una vez que Pinocho y Geppetto se han instalado en casa del Grillo, que, según el bichito, antes había sido de una cabra azul que se fue triste y abatida sin rumbo, penando la pérdida de su amigo Pinocho, reaparecerá el Caracol, uno de los personajes que rodean al Hada, y que le dirá que el Hada está enferma y que necesita unas monedas para curarse, o al menos, para poder comer un último trozo de pan. Es la prueba definitiva, pero Pinocho no lo sabe.
Geppetto, sin embargo, va a ser siempre el mismo, no sufre ningún cambio a lo largo de toda la historia. Viene a representar la madurez y la sensatez, al final, también la decrepitud que necesita de la ayuda del joven para salir adelante.
En Pinocho hay muchas lecturas, los más jóvenes quedarán admirados de cuántas aventuras vive el niño de madera, se asombrará de que pueda hablar con un Grillo, se reirán al verle arder los pies (los
niños son así, se ríen de estas cosas), quizás hasta lleguen a envidiar su decisión de dejar de ir al colegio para acudir a ver los títeres o para ir al País de los Juguetes, pero, como Pinocho recibe el castigo que se merece, y sufre continuos descalabros, y sinsabores, cabe una segunda lectura, una lectura quizás menos festiva y más seria, casi transversal: es preferible ser pobre de bolsillo que de corazón, la miseria económica se puede soportar, y el que es pobre de corazón, el cobarde, el vago, el que busca malas compañías y huye de sus responsabilidades, ése, recibirá su merecido. Pero, y aquí, hay otra lectura, hasta el más cabeza dura, el que aparenta que no tiene corazón, puede un día encontrar un motivo para esforzarse en ser bueno y caritativo.
Y no crean con esto que Pinocho es un cuento de esos aburridos, lleno de mensajes morales, porque estas dobles lecturas, están tan entretejidas con las otras lecturas más infantiles, que no nos aburren ni hacen del libro un manual de buenas costumbres. Quizás, si es que queremos sacarle algún defecto a las aventuras de Pinocho sean las idas y las vueltas, los enredos, a veces, excesivos, en los que se ve envuelto nuestro héroe (o antihéroe, que tiene más de lo segundo que de lo primero), pero éste es un problema bastante frecuente en las obras escritas por entregas. Tengan en cuenta que las Aventuras de Pinocho, como ya dijimos más arriba, fue publicada por episodios y eso hace siempre que la trama se alargue un poco más.
Sin embargo, Las aventuras de Pinocho es un buen libro, bastante entretenido, con buen uso de la ironía y de recursos humorísticos, que no nos aburre y que, bien leído, enseña al que quiere oír.

                                                                                                                      Inmaculada Manzanares


(Publicado originalmente en http://www.arealibros.es/)

UNA CITA CON LOS LIBROS… UN ENCUENTRO DE LECTURAS




El día 15 de marzo asistimos a una cita muy especial. Un encuentro con libros y con lecturas.  El encuentro  se dio en la ciudad de Ensenada y fue  organizado por las profesoras Marcela Ramírez y  Liliana D’Agustini,  directoras del Portal de los Libros. Este sitio cumple dos años de existencia y sus promotoras reciben cálidamente a los lectores quienes nos dispusimos  a recorrer con la vista y con el corazón palabras, ilustraciones, miradas y, por qué no, silencios.
En un segundo momento se nos invitó a reunirnos en círculo y desde ese instante ingresamos  a  otra dimensión: Marcela abrió el libro y un poema para curar a los peces nos cobijó y nos llevó al mundo de los versos, del canto y de la poesía.  Adrián, en el poema para curar a los peces  de Jean – Pierre Simeón, recorre su entorno buscando dar con la respuesta sobre  qué es un poema y de esa manera salvar a su amigo pez.  El niño al igual que un  antiguo filósofo va peregrinando en busca de la respuesta. Y los lectores fuimos  descubriendo a través de la lectura todo lo que sabe a un poema. 
Los invitamos a recorrer las páginas de este hermoso libro y aquí dejamos solamente unos versos que son caricias que sanan el alma:

Un poema
Pone las palabras del revés
Y ¡ale hop! el mundo es nuevo




sábado, 8 de marzo de 2014

    ¡Bienvenidos todos después de las vacaciones al espacio de la Literatura infantil platense! 
 
    Esta vez les  traemos a un querido poeta y narrador de nuestra querida ciudad de La Plata, quien, si bien no se ha dedicado a la escritura para niños, nos regala un cuento que habla sobre ellos.
    Se llama Luis Edgardo Soulé, nació en San Nicolás de los Arroyos, es platense por adopción y, además, un querido amigo.


          En la foto que vemos Luis está con su bisnieta y su esposa Clides.
Luis ha escrito poemas, cuentos y novelas y, al mismo tiempo, ha criado una gran familia. Algunos de sus nietos también escriben. Parece que lo que se hereda, no se hurta.
En cuanto a su tarea como poeta y narrador, les contamos que presentó su poemario "SUEÑOS POR VEINTE” en el año 1996 en el Stand de la Provincia  de Buenos Aires de la Feria del Libro .
Participó en  “HOJAS Y CUADERNOS DE SUDESTADA” del Taller de Poesía de Ana Emilia Lahitte con  “Hoja nº 289".

También recibió el Primer Premio en el II Concurso Internacional Hespérides de Cuento y Poesía que consistió en la publicación de su libro de cuentos “LA NICOLASA Y OTROS CUENTOS”.  
Ha publicado un libro de cuentos que se llama “DESDE EL CAFÉ” de Ediciones al Margen en junio de 2009 y, en diciembre de 2010 su poemario "SILENCIOS AJENOS".

También han publicado muchas de sus obras en variadas antologías poéticas:

"RETRATOS DE PLATA Y FUEGO-POETAS PLATENSES-Ediciones Francotirador-1993—POESÍA UNIVERSAL –ANTOLOGÍA BILINGÜE- (CASTELLANO-INGLES)- Editorial Red Literaria-1998-ESCRITORES ARGENTINOS DE FIN DE SIGLO- Línea Abierta Editores -1999 –MELODÍA DE COLORES-Centro de Estudios Poéticos-Madrid(España) 2007—ANTOLOGÍA POÉTICA-AGRUPACIÓN LITERARIA REGIONAL ALIRE- Chile -2007".

Como verán, ¡toda una vida dedicada a la Literatura!
El cuento que les presentamos se llama "Yo puedo" y la ilustración que lo acompaña es de una de las ilustradores del Mono de la Tinta, María Florecia Cassano.
¡Ahí va y esperamos que lo disfruten! 
Gabi Casalins
 




       Yo Puedo

Por Luis Edgardo Soulé

 

   -Mi papá dice que no se puede...



      

   Diego lo repitió por tercera vez, mirando de costado a Felipe que seguía con la vista clavada en el suelo.
 


   -Mi papá dice que no se puede...

   -Tu papá no sabe...yo puedo...insistió Felipe.

    Lo venían discutiendo desde la tarde anterior. Felipe había querido compartir con  Diego—su mejor amigo—aquel secreto celosamente guardado.
   Diego lo miró fijamente con sus ojos agrandados de asombro.

   -No puede ser...es mentira...

    Felipe insistió en que decía la verdad. Se enojó con Diego que no creía, y en la primer esquina dobló para su casa dando un rodeo.
   Diego llegó a la suya con las palabras de Felipe resonando en sus oídos.
   Esperó que terminaran de cenar, para hacer la pregunta que lo tenía tan preocupado.
 
  -¿Quién te contó eso..?  te hicieron un chiste...- le dijo sonriendo su padre- ¿cómo podes pensar que sea cierto..?... es imposible.



    No preguntó más. Ante la sonrisa burlona de sus padres, dio las buenas noches y se fue a dormir.

    Al día siguiente, desde su llegada a la escuela y durante toda la mañana, se miraron con Felipe sin hablarse. 

   Salieron juntos, caminando lentamente. Recién entonces Diego se animó a decir: 



   -Tu papá no sabe...yo puedo...si querés ver, vamos al campito de las vacas y te enseño.


   -Vamos…-dijo Diego bastante asustado y no muy convencido. 

      Se fueron apurados porque se hacía tarde y el sol se estaba poniendo.

    -... ¿Será posible..?se preguntaba Diego.

    Llegaron, Felipe siguió hasta el fondo del terreno, mirando hacia arriba, al cielo.
    Diego lo siguió expectante.
    Felipe sacó un espejo de su bolsillo hasta que el sol se reflejó por completo.

   -Mirá...—le dijo a Diego—mirá...

    Diego miró por sobre el hombro de Felipe y vio al sol reflejado en el espejo.

   - Fijate dijo Felipe metiéndose rápidamente el espejo en el bolsillo del guardapolvo—
 ¿... viste..?

    Los ojos de Diego se agrandaron de asombro. Se fueron juntos.
    El brazo de Felipe rodeó el hombro de su amigo. Miraron hacia atrás...el sol ya no estaba...
    Se apuraron...la noche se les venía encima.