Las palabras que esbozo aquí, solo son una humilde
introducción al cuento que quiero compartir con ustedes que han
recibido un don preciado que es, el de poder componer historias para niños. Ese
regalo, me ha sido vedado por el destino. No obstante, sí recorro y comparto
las historias contadas por otros, sufro las mismas desventuras de los
personajes y cuando cierro el libro, tengo la misma desazón e incertidumbre por
acceder a otro título que me haga vibrar como en la lectura anterior. En fin,
estamos en el mundo de las palabras, en el universo de las imágenes que se
generan a partir del sonido del vocablo dicho y ya estamos ahí, y caemos
rendidos a los pies de alguna promesa que nos embarque en un mar infinito, y
que por un rato, por unos minutos seamos los arquitectos de ese cuento, que se
cierra con un final en el que hemos puesto el cuerpo y la mente al servicio de
un narrador que hace las veces de un hacedor de esa historia.
Que no se preocupen los que no conciben historias
fuera de las ciudades, ni siquiera las infantiles; a mí niño héroe sus
aventuras le esperan fuera del tranquilo lugar donde viven los padres, supongo
que también una hermana, tal vez algún abuelo, y una parentela contusa de la
que no hay noticia.Nada más empezar la primera página, sale el niño por el fondo del huerto va, de árbol en árbol, como un jilguero, baja hasta el río y luego sigue su curso, entretenido en aquel perezoso juego que el tiempo alto, ancho y profundo de la infancia a todos nos ha permitido...
Hasta que de pronto llegó al límite del campo que se atrevía a recorrer solo. Desde allí en adelante comenzaba el planeta Marte, efecto literario del que el niño no tiene responsabilidad pero que la libertad del autor considera conveniente para redondear la frase. Desde allí en adelante, para nuestro niño, hay sólo una pregunta sin literatura: «¿Voy o no voy?» Y fue.”
Como esta historia tiene principio pero no tiene un final, los invitamos a disfrutar del video de La Flor más grande del mundo, compuesto y dirigido por Emilio Aragón.
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