“Adela Basch: de la invención a la realización”
por Adrián Ferrero
Vamos por partes.
Adela Basch (Bs. As., 1946), ha focalizado su producción literaria en
torno del campo de la literatura infantil, especialmente la dramaturgia (oficio
infrecuente por cierto), pero también es narradora y poeta. Y en el área de la literatura para adultos ha dado a conocer
dos refinados poemarios acompañados de fotografías, bajo la forma de libros/objeto,
con imágenes de Silvia Sergi. Entre muchos otros, ha recibido el Premio Nacional
Latinoamericano La Hormiguita Viajera “Maestro Latinoamericano de literatura
infantil y juvenil” (2015), Premio Konex Diploma al Mérito categoría literatura
infantil (2014), Primer Premio Municipal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(2012), Premio Pregonero de Honor otorgado por la Fundación El Libro (2010). De
entre sus libros traducidos podemos nombrar, entre otros, Conoce a José
de San Martín, Miami, Alfaguara, EE.UU., en edición bilingüe (2012). Y Conoce a/Get to
know José de San Martin. Miami, Florida, Santillana Doral (2014), Mi abuela
habla español. Bogotá, Ed. Panamericana, Colección bilingüe (2007) y O
planeta dos alfenjios. San Pablo, Livros do Tatu (Brasil), 1991. Su corpus
édito comprende 123 títulos.
En lo referido a
su producción literaria infantil es posible detectar que una parte de ella
dialoga de modo elocuente con la Historia, fundamentalmente con la argentina y la
latinoamericana. Ello es indicador en primer lugar una tendencia, una impronta de
arraigo y de compromiso. En segundo lugar la inscripción en una tradición
literaria. Y en tercer lugar una toma de posición respecto de cuáles serán los
marcos de referencia a partir de los cuales se desplazará su proyecto creador,
pero particularmente algunas opciones desde el plano ideológico, punto que en
caso de Adela Basch no es menor. Tiene piezas de dramaturgia sobre próceres que
fueron líderes en las luchas por las gestas de la emancipación de la Corona
Española. Otros que contribuyeron a la unificación del territorio. Y en una de sus obras aborda el viaje de Colón a
tierras americanas en clave humorística y paródica. Respecto de esa obra, Colón agarra viaje a toda costa (1992), diera
toda la impresión de que luego habrá toma de distancia de figuras emblemáticas
del panteón de España. Otro tanto ocurrirá con su primera obra de teatro Abran cancha que acá viene Don Quijote de la
Mancha (1990).
En clave paródica (e irónica) una vez más, hay apropiación y
toma de distancia, simultáneamente. Apropiación productiva, porque el clásico
español y la figura de Colón son empleados como matrices que se proyectan
creativamente para dar lugar a una obra que en segundo grado se posiciona a la
vez respecto no necesariamente desde la disputa pero sí desde una actitud
desafiante porque una latinoamericana como Basch se sirve de ella a su antojo
para la producción de sus propias obras sin pedir permiso. Para colmo la
transpone a otro género literario. En segundo término se concentra
selectivamente solo en las escenas de la novela de Cervantes que considera
sustanciales para su proyecto. También se permite antologar las partes que le
interesan y prescindir de otras. Pero al mismo tiempo se tratará de un trabajo
en primer lugar que al clásico por excelencia de la lengua española lo burla en
una pulseada de igual de igual. Basch no
se arredra por siglos de veneración hacia esa monumental novela. Podríamos
decir que Basch es atrevida. Sin ser irrespetuosa sí es transgresora. Si bien
en el Quijote no podría afirmase con
seriedad que no exista el humor, sí agregaría que en la pieza de Basch ese
humor se potencia y se lleva al colmo de lo desopilante y del disparate. Esto
es: se exasperan ciertos recursos del texto fuente (el de Cervantes) en los
rasgos compositivos del texto meta (el de Basch) luego de esa operación. Rasgos
que no comparte con la obra de Cervantes en un sentido pleno. Si bien puede
adherir a algunos de sus principios. Lo cierto es que hay aquí toma de partido,
torsión a todas luces visible entre el clásico oficial y una pieza latinoamericana,
del siglo XX, escrita por una mujer desde un país que fuera colonia de esa
metrópoli.
Habrá apropiación
de escenas, momentos, personajes, pero también se tomará de la extensa novela
solo los episodios que ella considera que son funcionales a su producción literaria
tal como le interesa sea concebida. No solo por una cuestión de extensión sino
porque el Quijote narra partes que
pueden no resultarle atractivas para ser reescritas en el marco de otros género
y para otro público. Y este intertexto explícito respecto del clásico español
sí importa una lectura que atrae para el dominio de la literatura infantil
desacralizadoramente un libro empapado de la solemnidad de siglos de arduos y
sesudos tratados que lo han interpretado. De ser objeto de adoración. De ser emblemático
de una nación que no ha sido benefactora precisamente de Argentina pero mal que
nos pese hemos heredado su lengua. De modo que actualizando algunos fragmentos
de la fábula, se le confiere vigencia pero también hay un desvío hacia otro
campo de la producción literaria, para otro público. No solo habrá parodia,
ironía sino que también habrá una operación creativa que orienta a este
interxto hacia otra clase de lectorado además de otra clase de discurso. Habrá
una transposición literaria en varios sentidos. Esto es: de un campo de la
producción (y de la alta cultura) hacia un campo de la producción literaria
considerado “menor” incluso por las instituciones que estudian la lengua
española. De modo que la literatura infantil, en una operación de legitimación
frente al poder avasallante de estos clásicos poderosos los toma por asalto
(como lo hará también con la Odisea)
y sin jactancias se apoderará de la cantera de inspiración que puede tomarse
de él. Eso sí: declara y no disfraza la
fuente ni menos aún se deja amedrentar por un poder de cientos de decenas de
años en los que ese clásico ha sido revisado por operaciones
deconstructivas.
Este inteligente
desvío de Basch también realiza otra intervención interesante. Porque colma de
prestigio y promueve la curiosidad del lector acerca de cuál es el contenido de
ese libro que aborda personajes de los que él tanto ha oído hablar pero poco o
nada seguramente ha leído en su versión original. Esta pieza de Adela Basch
que, ella me lo refirió, fue la primera que escribió, resulta tan cautivante
como desopilante. Por otro lado, hace sistema con la obra de teatro sobre
Colón, quien es un figura de entre los próceres esta vez españoles por haber
descubierto ese espacio territorial que luego anexarían como colonia en tanto
que país imperialista. Curiosamente, también aquí la producción de Basch
dialoga consigo misma, esto es, intratextualmente, y con la Historia, porque
todas las piezas en torno de la emancipación americana y la reivindicación de
los pueblos originarios resulta paradigmática en su producción teatral. Como
coloquio que no entra en contradicción pero sí entra en un sistema de revisión
de puntos de vista que probablemente la propia Basch haya ido realizando en el
seno de su proyecto creador siguiendo compases que detecta necesitaban ser
reformulados según otros términos. Muy en particular si el referente más nítido
es un conquistador. Y tampoco necesariamente de modo demasiado consciente. Se
trata de manifestaciones que entran en colisión según un sistema de versiones de
la Historia, con la cultura oficial de la cual el Quijote es una figura paradigmática. Se trata de una personalidad y
de una producción literaria ejemplar además de aleccionadora para esa nación
central. Su pieza clave en el canon. De modo que tomar por asalto mediante
sendas piezas teatrales a figuras de existencia constatable y o bien al clásico
de su nación resulta una operación que claramente subvierte la relación entre
literaturas centrales y literaturas de la periferia. Esta apropiación de
capital simbólico de la metrópoli es un trabajo de negociación mediante el cual
el préstamo o apropiación, como dije, es de naturaleza selectiva. En este
sentido, se manifiesta como una autora con un gran poder de determinación y
coraje para afrontar por estos días la posteridad de un coloso de la cultura
literaria de Occidente. El que la Real Academia Española decretó es la obra de
mayor excelencia en nuestro idioma. Cervantes sería algo así como el gran Padre
Textual de la literatura en lengua española. De modo que retomarlo desde estos
márgenes que acabo de citar importa una serie de estrategias mediante las
cuales Basch se planta frente a la tradición.
Todo otro sector
de la producción de Basch abordará la etapa de la revolución de mayo desde su ubicación
en el Virreinato del Río de La Plata en la ciudad de Buenos Aires. Desde allí,
en clave nuevamente humorística, con pinceladas certeras, se plasman estilos de
vida, costumbres, ideologías, pero también se narra mediante escenas típicas la
revolución vista desde el punto de vista de los dominados, de los habitantes de
la colonia. Adela Basch nos hace conocer el contexto dentro del cual se produjo
la emancipación de la colonia a través de pintar la aldea. Un caso
paradigmático sería Las empanadas
criollas son una joya, de 2012.
Nación dominadora
y espacio dominado será la dicotomía que ocupará a Adela Basch a lo largo de
buena parte de su corpus. Recuperando también la figura de una mujer como Juana
Azurduy, la guerrera de la independencia en su lucha en el frente de batalla
contra los realistas, de forma inevitable también realiza una revisión desde el
género del lugar asignado a la mujer en el seno de la sociedad patriarcal en
ese y en otros momentos de la Historia. La obra de Basch en la que aborda esta
figura es Juana, la intrépida capitana (2016).
Un grupo nada
desdeñable ni por su profusión ni por sus atributos de la producción de Adela
Basch entabla otra clase de diálogo: con los clásicos tradicionales infantiles
(La historia de Cenicienta tal como me la
contaron a mí). Nuevamente el juego o el trabajo de corrosión literaria con
las versiones oficiales y las versiones desacralizadoras o bien que ponen en
cuestión estereotipos, clichés y roles en todos los planos de la
representación. Nuevamente una cara parodiante (la desopilante y con
desparpajo) y la parodiada (el cuento de Cenicienta tal como lo conocemos desde
hace siglos. Este trabajo en torno de la tradición lo pone todo en cuestión y
trabaja en clave crítica mediante operaciones reveladoras de que la escritura
es capaz de reescrituras y revisiones. Por otra parte, deja a las claras que
ciertas antinomias pueden disolverse.
Hay en otras
ficciones narrativas o bien personajes capturados por los medios de
comunicación masiva que están obnubilados por ciertas representaciones sociales
que hacen circular esos medios respecto del orden de lo real o incluso de lo
imaginario, de las cuales los espectadores quedan cautivos, en una circularidad paralizante (el cuento Edelmira la tele).
Al salir de la escena
mediática hacia el exterior del mundo por distintas motivaciones, la
contemplación de ese universo natural, empírico, provoca fascinación,
deslumbramiento pero porque antes hubo descubrimiento de la maravilla. Estas
nuevas condiciones son el producto que supone el contacto con un espacio novedoso,
desconocido y también renovador respecto del modo como se concebía antes
al mundo. De modo que se produce un
cotejo entre ese mundo de antaño, en el cual el sujeto permanecía adormecido, atontado,
alienado, y este presente histórico en el que el sol radiante lo hace
desperezarse al mundo.
En otras
narraciones, en cambio, las operaciones creativas consisten en el trabajo con personajes
que salen de espacios cerrados dentro de los cuales han estado confinados por
pertenecer a una comunidad (como una abeja a una colmena, en La abeja que no era ni joven ni vieja).
Esos personajes echan a rodar mundo y luego de encuentros más o menos fugaces con
otros de su misma naturaleza pero no de su misma especie, también se asoman a
un contexto que desconocían. Este nuevo mundo, si así se quiere, pone en crisis,
agrieta, la situación de encierro naturalizada, activa la posibilidad del
juego, dispara el intercambio enriquecedor con la alteridad, pero también imprime
asombro en los personajes luego de un encierro que también configura un cierto
ghetto de pares, que creían definitivo. Nuevas puertas se abren, nuevas
perspectivas a la vida de estos animales que claramente abren los ojos a los
niños para pensarse como sujetos libres, curiosos del entorno y de la
naturaleza son desplegadas por Basch en ficciones con ilustraciones, por otra
parte, atractivas.
La permanente
escritura y reescritura desde el humor, el juego con los significantes, las
búsquedas y hallazgos con y en el lenguaje, los juegos de palabras, las
adivinanzas, la sonoridad, recuperan una mirada sobre la lengua que la manipula
a los efectos de volverla también cautivante para el público infantil. Ya no se
trata, por otro lado, de tropos o recursos puntuales. Ya podríamos hablar de
una poética definida en esos términos. De una búsqueda obstinada por indagar en
las infinitas posibilidades expresivas que permite la escritura literaria. Es
así como Basch logra verdaderos hallazgos en el orden de la relación entre
escritura y habla (muy en particular en el teatro). Eso por un lado. Por el
otro, en una clara crítica a la economía de la representación del discurso
literario de la solemnidad (regreso a los clásicos) toma distancia de ellos. Su
abordaje del discurso literario correrá en buena medida por el sendero del
lenguaje como recurso lúdico. Si nos remontamos a tiempos remotos el trabajo
con la sonoridad no resulta una novedad. Tampoco en la poesía. Quiero decir: la
literatura, en particular la poesía, siempre trabajó la rima. Autores como
Góngora, son un caso paradigmático. Pero desde lo lúdico y en el campo de las
poéticas infantiles, Adela Basch pone el
acento en esta dimensión, quizás, sí presente en Argentina en María Walsh.
Esto no es sinónimo
de que su literatura no deba ser tomada en serio. Diría que más bien todo lo
contrario. Esta dimensión del juego que se enmarca entre muchos otros
procedimientos (si bien es la dominante) la leo como una revisión de la
literatura seria que no está dispuesta a pensarse de otro modo más que el de
una sola manera de abordar la literatura en relación con el orden de lo social,
es decir, desde el punto de vista comunicativo. Por otro lado, Basch
experimenta con lo imprevisible, lo inesperado, lo sorprendente. De las dos
caras del teatro, está claro que Adela Basch ha elegido la de la comedia. Pero
tampoco se ha ajustado a ella en su dimensión más estricta. Sencillamente
porque al haber orientado su producción hacia el público infantil, también
cabría recordar que la comedia en versión más estricta y canónica fue concebida
originariamente como una especie dentro del teatro consagrada al humor para adultos. La literatura de Adela Basch de
modo inclusivo pero también una vez más desafiante acerca problemáticas de la
Historia, de los mitos o bien de los géneros que solo parecían patrimonio de
los adultos. Revisa el canon de igual a igual sin por ello amedrentarse,
incluso pese a reescrituras previas, como las de James Joyce respecto de la La Odisea, entre otras. Basch en un
punto, disputa. No lo hace en términos belicosos. Pero en los hechos acude de
modo contundente a una serie de intervenciones sobre esos textos fuente hasta
llegar a sus textos meta que también son una reflexión acerca del poder que los
clásicos portan de sagrado. Esos clásicos pueden ser también accesibles a
partir de nuevas claves o versiones para aportar de modo enriquecedor entretenimiento
inteligente. Por otro lado, Basch pone al alcance del lector infantil obras que
de otro modo le resultarían al niño tediosas.
Todo este conjunto
de operaciones complejas y selectivas de contenidos llama a la reflexión.
Estamos en primer lugar ante un proyecto creador en permanente autocrítica porque
resulta evidente que si bien está la constante (este punto resulta evidente) de
un llamado urgente a evitar las sujeciones, las dominaciones, las represiones y
toda forma de cautividad (también en el seno del lenguaje, del cual uno puede
quedar entrampado), hay un llamado a la libertad subjetiva. A evitar el
atontamiento en que nos sumen los medios, los discursos unívocos, los
recorridos lineales, las zonas de la experiencia social que no permiten la
emancipación del sujeto infantil sino su aprisionamiento que en ocasiones se
disfraza de sospechosos y tramposos cuidados. Precauciones completamente
innecesarias que en verdad terminan por anular la capacidad imaginativa y
creativa del niño.
Entre una lengua
literaria que llama a una nueva clase de comunicación y de comunión con el semejante.
Y una serie de temas que nos interpelan tanto a adultos como a niños a
transgredir protocolos, a jugar con la irreverencia y un espíritu libertario,
la poética de Adela Basch no consiente que el público infantil sea un público
sumiso. Su discurso literario es polifónico porque respeta toda una serie de lectos
de grupo y diálogos entre estadios de lenguaje, presentes y pasados. Y desde el
punto de vista de la toma de partido respecto de cómo afrontar la vida, el
humor convengamos que tiende a desdramatizar toda situación trágica o dolorosa.
De modo que en su caso, como en otros, el niño y la niña no están expuestos a situaciones
intolerables planteadas en términos serios. Compensativamente, también la
poética de Adela Basch es reparatoria.
Al lenguaje standard de los medios y los estereotipos propone revisarlo
mediante un tipo de discurso rico en tropos que cuestionan la instrumentalidad
del discurso cotidiano, que es puesto en cuestión y se propone a cambio un discurso proliferante de
significantes que hacen perder la orientación a alguien acostumbrado a una
lectura convencional del discurso literario.
Estamos ante una
creadora por sobre todo libertaria. Respetuosa de los modales y de una posición
contemporizadora, no existe la representación de la violencia sino en todo caso
la representación de un conjunto de figuras que han sido víctimas del poder
avasallante. Basch, desde una perspectiva crítica pero que neutraliza toda
confrontación sí representa las escenas de la rebelión pintándolas como escenas
paródicas. La violencia es puesta de manifiesto sin necesidad de ser puesta en
escena. No hay en ellas sanguinarios derramamientos de sangre (salvo alguna
excepción con muñecos) si bien los sujetos infantiles desde la imaginación
receptiva pueden sospechar o intuir por experiencias previas escenas de ese
tenor.
El trabajo
entonces resulta sutil. Entre la mirada de quien asiste al mundo sin
concesiones y esa escritora que sin renunciar a la rebelión realiza operaciones
de negociación con el poder para no caer en la trampa de la exclusión o la
expulsión, Basch urde sus tretas.
Pero toda esa
relectura del pasado (histórico, literario, canónico, tradicional, del presente
histórico inclusive como los medios de comunicación) presenta a una autora
atenta al mundo en el que vive. Atenta a educar niños y niñas con espíritu de
realización sin estar bajo el yugo de ninguna tutela que inhiba sus capacidades
ni sus iniciativas. Alerta a toda clase impedimento que pueda reprimir o
perturbar a esa infancia por la que vela.
Me parece que hay
entonces una ética de la escritura que se proyecta en el cuidado de la
alteridad considerada del prójimo considerado como semejante. Y una ética de la
escritura que se manifiesta en la escritura misma. Realizada con honestidad
intelectual, invita a lo mismo y el salto de la invención a la realización.
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