La música posee una gran influencia en la literatura. Mueve las piezas de la historia y provoca en los personajes que intervienen, distintas modificaciones en el carácter y en la toma de decisiones. Dice Ronel González Sánchez: Contar historias empleando ritmos y sonoridades, al igual que trazar figuras en el suelo en las paredes de las cavernas, parece ser uno de los entretenimientos más antiguos del hombre. Música y palabra o tal vez, la musicalidad de la palabra en un maridaje constante ofrece un tejido muy interesante para los lectores.
Así nos vamos acercando a ese mundo de la imaginación en el que se tejen acciones, palabras, deseos y en algún momento, igual que una partitura musical, una gotita de silencio. En los cuentos de hadas podemos revivir los momentos de los personajes que están atados o liberados a través de la música. Fernando Palacios[1] en CUENTO Y MÚSICA: UN IDILIO PERMANENTE señala que: “Uno de los temas eternos en los cuentos clásicos es el del éxtasis mágico que poseen ciertas músicas: "El flautista de Hamelin", "La historia del soldado", "El ruiseñor", de Andersen, "El músico prodigioso" de los Hermanos Grimm, "La canción más bonita" de Bolliger…” entre otros tantos que aquí se podrían nombrar.
Vamos a centrar la mirada en la fascinación que ejerce la música en los animales y en este caso especialmente, en las ratas. Hoy nos vamos a ocupar del cuento El Flautista de Hamelin. Se dice que este cuento fue documentado por los Hermanos Grimm en 1816 con el título de “El cazador de ratas”. Su fuente original está enmarcada en una leyenda propia del lugar en la que se cuenta que en el año 1284 sufrieron una gran invasión de ratas. Los lugareños buscaron a través de modos diversos, erradicar esta plaga. Según la leyenda un flautista que pasaba por ahí, aceptó el reto ofrecido por el gobernante del lugar, -quien se comprometió a pagar el precio solicitado por el flautista- y liberó a Hamelin de este gran problema. Pero como suele suceder, aún en estos tiempos, luego de la liberación no se quiso realizar el pago prometido. Entonces, en venganza por esta traición a la buena fe, el flautista regresó y en medio de la fiesta de San Juan y San Pablo, volvió a hacer sonar su pequeña flauta y uno a uno los niños abandonaron el pueblo y fueron transportados hasta una cueva de la que no regresaron jamás. Aquí aparece la figura musical del silencio y así pasamos a presentar otra versión de esta historia que tendrá otros condimentos, en otro formato con un delicado trabajo en cuanto a imágenes y texto que nos ofrece Calibroscopio.
La propuesta viene de la mano de Mariana Fernández quien propone una versión de este cuento, focalizando en el accionar del alcalde del lugar, casi un Midas que lustra, mira y admira “sus” monedas de oro. El ritmo y la cadencia de la narración nos llevan a sentir la presencia de la música que es una de las protagonistas para la resolución del primer conflicto y que a la vez, generará la confrontación de las acciones del gobernante con los habitantes de Hamelin. Hay cosas que en la vida no tienen repuesto, y es la vida misma. A través de estrofas de cuatro versos rimados, descubrimos la presencia de la magia en la que se conjuga la vida y la muerte de los personajes. Un lenguaje poético, crea y recrea nuevamente el cuento a través del uso de adjetivos que dan vida a la flauta como un “instrumento fiel”; describen al flautista como un mago y al alcalde como un miserable:
Pero en ese pueblo había un gobernante
que sólo en el oro encontraba paz,
pasaba sus tardes puliendo monedas,
celando tesoros y anhelando más.
En sintonía con el cuento, los ilustradores
Aníbal Dalla Pozza y Pablo Kersevan, nos proponen adentrarnos en una estética muy particular; recorremos
sus páginas guiados por pequeñas
ratitas, el ambiente se construye con una variedad de elementos propios de la herrería: tuercas,
tornillos, cadenas, rulemanes, caños, en un tono ferroso dan la atmósfera de un
tiempo pasado que se hace presente para que los lectores revivamos este cuento
pero en este ocasión con un final diferente. Las imágenes en algunos casos se
presentan como si fueran antiguas estampillas que van poblando las páginas y
reconstruyendo la historia de un flautista, un gobernante avaro y un
pueblo en el que “los aldeanos vivían sin penas, en prosperidad”. La tapa y la contratapa invitan a los lectores
a asomarse al mundo de la creatividad y a dejarse llevar por la imaginación:
llaves, recortes de madera, materiales con distintas texturas, imágenes de ratitas
en paracaídas. El pasado y el presente de esta historia sigue cautivando a
muchos lectores de todas las edades y hoy, se cierra con un gran mensaje: “ver
las cosas desde otro lugar nos abre las puertas para jugar”.
[1] Palacios,
Fernando (1997) www.agruparte.com/imgx/words/Revista MAP
4.pdf en REVISTA MÚSICA, ARTE Y
PROCESO.
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