El 23 de octubre se cumplieron cien años del nacimiento de Gianni Rodari y cuarenta de su muerte. En homenaje a este "Maestro" de la escritura y de literatura para niños, desde El Mono de la Tinta nos asomamos a una obra que lo representa como ninguna: La Gramática de la fantasía.
La Gramática de la Fantasía de Gianni Rodari
o la máquina de hacer crisálidas
Por Gabi Casalins
Este difícil año 2020, que nos encuentra inmersos en una pandemia tan compleja, se cumplen los cien años del nacimiento del periodista, escritor, maestro y pedagogo italiano Gianni Rodari y cuarenta de su fallecimiento (Omegna, Piamonte, 23 de octubre de 1920 - Roma, 14 de abril de 1980). Por eso, en tiempos tan difíciles, qué mejor que volver la mirada a una de las obras que, según me parece, explica todo el “fenómeno Rodari”: La Gramática de la Fantasía, introducción al arte de inventar historias.
La
Gramática fue publicada por Einaudi en 1973
y está compuesta por una serie de
anotaciones del escritor compiladas por una de sus ayudantes, quien las pasó a
máquina, dando origen así, a la idea de publicarlas como una obra.
Sin
dudas, estos apuntes se forjaron en las escuelas de Reggio Emilia, en Italia, las cuales siempre acogieron las
ideas de Gianni Rodari en cuanto al aprendizaje de la lengua como herramienta
creativa para los niños. De hecho, en el
prefacio de la obra, Rodari comenta que, todas aquellas técnicas que él tomara
del Surrealismo y utilizara luego en su práctica como maestro e incluso
compilara en una libreta personal a la que había llamado “Quaderno di
Fantástica”, fueron practicadas por él con los niños de las escuelas de Reggio
Emilia en variados encuentros que dio
entre el 6 y el 10 de marzo de 1972, como él mismo señala en dicho prefacio.
El
mismo Rodari considera que estos encuentros fueron para él una gran alegría y
le permitieron, no sólo explayarse sobre la generación de una “Fantástica” para
el aula, sino, y cito al Prefacio de la Gramática de la Fantasía: “…sobre la forma de comunicar a todos aquellas
técnicas y cómo, por ejemplo, convertirlas en un instrumento para la educación
lingüística (aunque no sólo eso…) de los niños…”
Así pues, la Gramática está dirigida a los
padres, a los docentes y creo yo, más ampliamente, a todos los mediadores de
escritura o lectura con los que pueda un niño toparse a lo largo su desarrollo
personal. Porque es bien cierto que esta obra, este “aparente manual” de
técnicas y consignas de escritura, esconde una idea rectora, que va mucho más
allá de la consecución de logros en los alumnos en cuanto a un manejo
satisfactorio de la lengua escrita. Según lo veo, esta obra ahonda en un
concepto que el mismo Rodari plantea en el prefacio cuando dice que, al leer a
Novalis, una frase lo hizo reflexionar: “(…) Un día, en los Fragmentos de Novalis (1772-1801) encontré la frase que
dice: ‘Si tuviéramos también una Fantástica, como hay una Lógica, se habría
descubierto el arte de inventar’. Era muy bello (…)”.
Entonces,
lo que sucede es que, para Rodari, así como la Lógica tiene sus reglas y
pautas, la Fantástica puede y debería tenerlas. Y, entonces, emprende la tarea de la formulación de las
mismas - si bien en un principio de manera asistemática- partiendo de su conocimiento del Surrealismo y
su aplicación en el aula y en la propia escritura.
Por
eso es que se aboca a sistematizarlas luego de haberlas comprobado en campo: la
escuela es para este escritor el lugar ideal para probar una teoría auto-aplicada: un niño (o, en su caso y
el de los escritores surrealistas) adquiere las habilidades lingüísticas para
la escritura siempre que éstas aparezcan mostradas en cuanto a juego y a
asociación libre.
Rodari parte de esta premisa, la única diferencia entre el camino de la escritura del niño con respecto al del adulto, es que este último ya tiene, se supone, adquirida la lectoescritura, en tanto que el niño está en pleno proceso de dicha adquisición. Por lo demás, el proceso creativo es muy similar.
Como sabemos el proceso de la lecto-escritura es diferente en cada niño, y, para algunos, puede resultar todo un desafío. Lo maravilloso de este trabajo de Rodari es que propicia la investigación del niño, al tiempo que desestructura porque propone disparadores de imaginación que hasta su época, rara vez se hacían presentes en las escuelas. La escritura era muy normativizada y había muy poco espacio para el desarrollo de la creatividad.
Así,
lo lúdico, hace su entrada triunfal en las escuelas, y con bombos y platillos,
Rodari se permite como maestro jugar a la par del niño y observar el proceso
creativo de la imaginación así estimulada y las consecuencias que dicho proceso
acarrea: una adquisición notoria de habilidades expresivas que se da
espontáneamente acompañada por el entorno afectivo conformado por el maestro
y los pares a la escucha del texto
construido, lo cual propicia la aceptación de su producción escrita y lo
estimula a búsqueda de la mejora y la superación personal. Esto,
indudablemente, ayudará a consolidar su autoestima y su capacidad de
expresarse.
Pero
hagamos algo de historia personal para iluminar lo antedicho: En mi práctica
docente, mi experiencia con la Gramática de la Fantasía se inició en un curso
de escritura creativa que organizara el
Colegio Nacional de La Plata, en el cual yo ejercía como docente entre la
década del 80 y del 90. En ese curso, se nos presentaron dos herramientas de la
escritura creativa: los ejercicios del grupo Grafein, en Buenos Aires y la
Gramática de la fantasía.
Confieso
que sí conocía las andanzas de Grafein, por una amiga y colega. Grafein era un grupo
coordinado por Mario Tobelem. Yo, que había asistido a talleres de escritura en mis años de
estudiante universitaria y a posteriori, supe allí también de ellos y de sus
experimentaciones en el área de la escritura creativa. Pero desconocía a Rodari
totalmente. Y confrontarlo por primera vez, debo confesarlo, me generó un
impacto interior que aún perdura.
Como
profesora novel de Lengua y Literatura era inquieta y ávida de experimentar en
mis clases lo que sirviera para atraer al aula a la imaginación, esa proscripta
del sistema escolar, según yo lo veía entonces. Pero, lo aún que ignoraba era
lo que la Gramática de la fantasía y su lectura le harían a mi camino como
escritora.
En
esta dualidad que siempre ha conformado mi camino profesional, la escritura y
la enseñanza han ido de la mano, y en
eso, la identificación con Rodari fue inmediata. Para colmo de males, su obra
estaba dirigida a los niños. Y yo ya coqueteaba con la idea de dedicarme a
ellos a nivel literario en ese momento. De hecho había escrito mi primera
novela, que nunca edité, pero por la que guardo un amor primogénito.
Si
menciono lo autobiográfico, es sólo para adentrarme al nudo de esta obra y a
las consecuencias que ha traído no sólo para los niños, maestros, padres,
mediadores, sino para los escritores.
Porque
La Gramática de la Fantasía es sin dudas, y aunque suene a lugar común, “un
viaje de ida”.
Rodari
abre la puerta y se despliega un mundo alucinante que puede estar escondido en
los cajones de un armario, en un zapato o bien en las ondas concéntricas de una
piedra que tiramos al estanque.
O
sea que lo que se cuece en ese caldero rodariano es, nada más y nada menos, que
una receta infalible para abrir mundos, pensar lo impensado, alejarse de los
prejuicios de escritura, liberar la pluma y escribir con libertad aunque no sin
un sistema que ayude en los primeros pasos.
Para
un escritor, sea o no de Literatura infantil, estos ejercicios de Rodari son
fundantes para ejercitar la propia imaginación y para descubrir hasta dónde
puede llegar la propia creatividad.
Ni
qué decir de los niños y adolescentes en el aula: cualquier ejercicio de la
Gramática de la Fantasía se erige en una fiesta y los alumnos los abrazan con
delectación, una vez que se dan cuenta de que han sido invitados a jugar con la
lengua. Me baso para afirmar lo
antedicho en lo experiencial, en lo que he vivido en el aula. Siempre recuerdo
con cariño un relato de cinco alumnos de secundaria de dieciséis años, todos
varones, que escribieron bajo la consigna de Rodari “Caperucita roja en helicóptero”, una saga
completa y picante sobre una Caperucita verde casi devenida super-heroína y sus
aventuras libertarias, por no decir libertinas. Habían exorcizado, a través de
ese relato, todas las frustraciones y todos los impulsos de su adolescencia
encajonada en las pautas escolares y familiares. Fue un relato “sanador” y sin
censuras, y ahora que lo pienso, muy adelantado a cuestiones sobre el
empoderamiento de las mujeres en la sociedad. Lo único que lamento, es no
haberlo conservado.
Ese
es el efecto que Rodari genera: abre la posibilidad de liberar la imaginación,
y la creatividad crece y se va gestando como en crisálida. Al cabo de un
tiempo, si se ha trabajado con el corazón, sale de la pupa una mariposa
increíble que es capaz de expresarse por escrito con fluidez, porque todos los
procederes de la escritura están presentes en este juego al que nos invita
Gianni Rodari con esta obra.
Ni
qué decir de la maravillosa herramienta en que deviene para cualquier docente
de Lengua y Literatura, coordinador de talleres de escritura o para nosotros,
los que amamos la escritura y nos dedicamos a ella.
Desde
la resonancia que una palabra tiene en
nuestra mente y corazón cuando es
lanzada al azar como una piedra
en un estanque y todas las asociaciones que conlleva, hasta la fusión de dos
vocablos a primera vista incompatibles que nos propone con su “Binomio
Fantástico”, o la utilización de la
tergiversación de la historia conocida, como nos propone en “A equivocar
historias” , “La fábula al revés” o “Caperucita roja en helicóptero”, todos son
procederes de la creatividad que pueden ser utilizados, manipulados en el aula
y también en la propia escritura.
Hago
mención especial a una consigna de esta obra que considero fundacional y es “El
error creativo”, básicamente porque el error, esa cualidad humana, ha sido
proscripto de la escuela y ni qué decir de la vida del hombre. No nos es
posible equivocarnos, el error suele ser visto como algo penoso, intransitable
o bochornoso. Rodari propone usar el error para crear: “(…) Una vez sugerí a un niño que había
escrito-error insólito-“caja” por “casa” que inventara la historia de un hombre
que vivía en una caja. Otros niños se lanzaron sobre el tema. Salieron muchas
historias: había una vez un hombre que vivía en una caja de muertos, otro era
tan pequeño que para dormir le bastaba un cajón de verduras, terminaba en el
mercado entre coles y zanahorias, y alguien pretendía comprarlo a tanto el kilo
(…)”
En
este sentido, su acierto pedagógico asombra: porque, ¿ qué mejor manera de
reparación del error que su utilización creativa? Aquel niño seguramente no
confundió nunca más la ortografía de dichas palabras y ciertamente atesoró más
que la historia generada, la manera en que su maestro le enseñó a volver sobre
sus pasos y mirar su producción con creatividad. Lo señala el mismo Rodari:
“(…) Entre otras cosas, reír de los
errores es ya una manera de desprenderse de ellos (…)”.
La
Gramática de la fantasía se erige así en una obra generosa y pródiga que al
mismo tiempo aporta una plataforma metodológica sistemática y muy didáctica.
Es
una obra de lectura apasionante porque está escrita por un gran artista y el
contenido, entones, está traspuesto con gran belleza, plagado de experiencias e
historias inolvidables. ¿Quién puede olvidar la historia de la “bistierra” en
la que vivimos en dos tierras al mismo tiempo, desdoblados, lo que es derecho
en una, es revés en la otra, como si nos miráramos en un espejo sin
reconocernos del todo, porque del otro lado tenemos un doble que se nos asemeja?
Un simple prefijo, añadido al sustantivo, lo trastorna todo.
Entrañables
historias como la del perro que vive en el armario o las recetas para construir
limericks, adivinanzas, falsas adivinanzas o historias tradicionales
equivocadas adrede son algunos de los recorridos que Rodari propone.
Los
objetos utilizados como disparadores para la escritura, los títeres, los muñecos y el mismo niño
como protagonista, todos estos se convierten en disparadores de escritura par
este mago.
Dirán
algunos que todos sus procederes en cuanto a la escritura se basan en terrenos
muy conocidos: relatos tradicionales, poemas, rimas , limericks, etc. Sin
embargo, la piedra de toque está no en los contenidos sino en el método que
utiliza para transponerlos y en su combinatoria creativa.
Creo
que, a partir de esta obra de Rodari, no se podrá decir que el aburrimiento es
parte del aprendizaje inexorablemente arduo de la escritura en la lengua madre. Señoras y señores, maestros,
padres y niños, la puerta del alquimista ha sido abierta para todos con
infinita generosidad: vea cada uno si se anima a ser crisálida y mariposa
luego.
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