sábado, 29 de agosto de 2020

La mochila, por Gabi Casalins y Valentín Cassano

Les comparto este cuento que se llama "la Mochila". Lo escribí hace ya tiempo, por 2014. Integra un libro de cuentos inédito con historias muy misteriosas. Invité a Valentín Cassano, un adolescente de 16 años a leerlo y recrearlo en una ilustración. El resultado fue magnífico porque Valen es un gran dibujante con una imaginación fantástica: me encantó su versión gráfica de esta historia.

¿Cómo dicen? ¿Que no se puede ser artista a tan temprana edad? Mmmmm, miren esta ilustración y después me cuentan.


Valentín Cassano está por cumplir 17 años,  y va al Colegio Sagrado Corazón de La Plata, ciudad en la que nació.

Desde muy pequeño es fanático de Tim Burton  y también le gusta de Lewis Caroll y su Alicia en el país de las maravillas. Ha leído a Edgar Allan Poe y siempre se muestra interesado en una estética que se relacione con el tipo de atmósfera que recrea este autor en su obra. 

Cuando era chiquito, su tía Flor Cassano, que es ilustradora y también editora, lo inició en el maravilloso arte de expresarse dibujando. Él lo siguió haciendo y ahora escribe y dibuja sus propias historias que suelen tener el formato de la narración en verso y "piensa en imágenes". ¿Se avecina un cineasta?

El trabajo que mostramos en este blog ha sido realizado con bolígrafo negro sobre hoja blanca. 


LA MOCHILA

                                                                                               Por Gabi Casalins


Me pasó el viernes pasado cuando me bajaba del 

transporte escolar. Al principio me asusté mucho, 

pero ya me estoy acostumbrando.

 No se ve, pero ahí está.  A la tarde le dije a mamá que me diera ese portafolio viejo de papá para ir a la escuela. Ya no puedo usar mochila.

-¿Y tu mochila nueva?- me dijo-¿Ya no la usás? ¡Con lo que jorobaste para que te la compráramos!

-Yyyyy- le dije yo, y me miré la punta del zapato.

-Que, ¿ya cambiaste otra vez de Super-héroe y el Hombre Araña no te gusta más?

-Yyyyyyy…-volvía decir yo y retorcí una hojita de la maceta de la begonia amada de mamá para distraerla.

-¡Nene, largá esa begonia! ¡Cuántas veces te dije que las plantas son seres vivos y que hay que respetarlos! ¡Habrase visto! 

Y bla, bla, bla, siguió explicando lo de las plantas sensibles, que es su tema favorito. Así logré que se olvidara de la mochila. Porque cuando mamá se pone preguntona, seguro que me saca la verdad. Y lo que yo menos quería era decirle la verdad. Es demasiado terrible para una madre.

Es lógico, ahora no puedo usar mochila. No pesa nada, pero es como tener un viento atado en la espalda. Y tampoco quiero que se enoje. Ahí sí que estoy frito.

El lío es a la noche. En la cama. Yo quiero dormir pero él no. Le encanta salir por los pasillos de la casa y gritar  “¡Uuuuuuuuuuuuuhhhhhhh!”. Yo salgo atrás de él, pero nunca lo alcanzo porque se hace humo.

Ya despertó dos veces a mi hermanita Abril. Por suerte no habla todavía. Mi mamá le puso el chupete y listo. Yo tomé la decisión de cerrar el cuarto con llave. Es lo más seguro. Las cadenas se las escondí en el ropero, atrás del canasto de los juguetes. Capaz que así soluciono lo de los chirridos.

Y bueno, a veces la cosa también tiene sus ventajas. Sabe mucha historia y me contesta en la oreja todas las preguntas que hace la Seño. Ya me saqué dos diez en la Revolución de Mayo y el Congreso de Tucumán.

 De Matemáticas, ni medio.  Se aburre y se pone molesto en esa hora y mancha los pupitres de los chicos explotándoles las biromes o les cambia los útiles de una a otra cartuchera. ¡Se arman unos líos!

Yo trato de retenerlo en mi espalda, pero se me escapa seguido. Parece que le encanta la escuela. Le vuelca el balde a la portera o le empaña los vidrios con su aliento helado cuando recién los terminó de limpiar, la pobre. Ella se vuelve loca con el trapito, dale que dale para sacar la mancha.

Espero que nadie se dé cuenta. Sobre todo mis amigos de básquet. Pero me temo que mi abuelo Cosme sospecha algo, porque el otro día me dijo en la mitad del partido de truco que estábamos jugando:

-Ojo Nico, no es bueno andar con el miedo colgado de la espalda.

Yo pienso que ya se me va a pasar. Cierro fuerte los ojos, agarro el portafolio viejo de papi y me voy para la escuela sin mochila.


Y ahora los invitamos a ustedes: 

¿Quién se anima a mandarnos un dibujo del miedo que guarda en su mochila?

Háganlo a este correo electrónico y publicaremos sus dibujos:

elmonodelatinta2013@gmail.com


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