Duérmete niño, niño
Que viene el coco
Y se lleva a los niños
Que duermen poco.
La gestación de la palabra
El poeta chileno Pablo Neruda, nos recuerda una y otra vea “todo
está en la palabra”. Cuánto más si vamos a hablar de esa primera infancia y
la relación con los libros. Alguna voz podría amonestarnos diciendo: ¿primera infancia y libros?... ¡Pero si
es que los bebés no saben leer!.
Hoy en día somos conscientes
de la importancia del encuentro entre el
libro y el lector. Y ya no importa si quien se asoma a la lectura es un niño,
joven o adulto. Pero hasta hace no mucho tiempo, pensar en que ese lector podía ser un bebé era una idea absolutamente fuera de lo que se puede denominar “sentido común”.
Según distintas
investigaciones el término “bebeteca” fue incorporado al vocabulario del mundo
de los libros y mediadores de lectura en 1987 a través de la voz de Georges
Curie. Término que se hizo oír en la
5ta. Conferencia Europea de Lectura por medio de Mercé Escardó i Bais, fundadora y directora de Can Butjosa (Biblioteca Infantil y Juvenil)
de Parets del Vallès y de la primera Bebeteca
en 1990: Hay tanto que no sabemos el sutil y
profundo misterio que se esconde detrás de cada palabra, de cada gesto, de cada
silencio[1][i]
Y aquí estamos comenzando
tejer palabras como cuentos, nanas, bebes, padres, madres, mediadores y libros,
en un espacio “extraterritorial” en un tiempo detenido: el momento en el que el
lector se encuentra con la historia.
Yolanda Reyes en La biblioteca para los que no saben leer:
acceso a libros y lecturas en la primera infancia[2],
cuenta sus primeras experiencias en torno a generar un lugar que posibilitara
el encuentro entre la literatura y los niños. Espantapájaros es su gran
creación en Colombia: un lugar que dio lugar a un encuentro singular: los
bebes, los libros y los mediadores de lectura.
Los tiempos han traído aires
nuevos y vientos frescos para este nuevo espacio que se levanta en cuanto a lo
literario: los bebés hojean páginas de libros, cuentan lo que ven en las
ilustraciones, se hacen amigos de los personajes y de las historias. Mientras
tanto, la industria editorial busca nuevas formas de hacer más accesible y
agradable el encuentro entre los protagonistas.
Según la ciencia, por medio
de estudios de monitoreo fetal, los bebés escuchan antes de nacer. Ya que el
desarrollo de la audición se constata al último trimestre de la gestación. Yolanda Reyes en su artículo introduce
información relevante demostradas por las investigadoras Karmiloff (2005): El
mundo del feto está inundado por una
cacofonía de gorjeos y quejidos
procedentes del cuerpo de la madre,
junto con el ritmo constante de sus latidos. Todas estas
investigaciones aportan una información que es muy importante y es que el
contacto con el lenguaje es anterior al nacimiento. Reyes señala
que “Todos los elementos verbales
y no verbales que introduce en el mundo del bebé –palabra, tacto, postura y
movimientos – forman una “envoltura” que enmarca la comunicación”.
Para ir cerrando esta
entrega, desde este espacio de
literatura infantil vamos a ir buceando en bibliotecas cuyos lectores son
bebés, que comparten experiencias
comunicativas con otros bebés,
sus padres, madres y mediadores de lecturas.
Es importante que
reconozcamos que la lectura y el encuentro con la literatura lo percibimos
desde el seno materno. Que la palabra, la voz, la cadencia rítmica, los abrazos,
los gestos, las miradas y los silencios
sigan siendo los brazos que envuelvan y
cobijen nuestra humanidad tan necesitada de caricias.
[1] [1] Mercè
Escardó en El cuento: un vínculo que educa, alimentando el alma en https://www.estris.cat/actualitat/opinio/especial-lectura/el-c
[2] Yolanda Reyes en Bibliotecas
y escuelas. Retos y posibilidades en la sociedad del conocimiento.
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