Un cuento es una casa de palabras, un refugio frente a las angustias que provocan las incertidumbres de la vida.
Juan Garzo en Una
casa de palabras[1].
El sueño y la muerte hermanados en un cuento
Estos
días de situaciones de encierro nos recuerdan a otros días en otros años de
otros tiempos y de otras pestes, de angustias, de miedos. Pero el hombre
siempre encontró válvulas de escape y de eso da cuenta la literatura universal:
Bocaccio, Chaucer, escritores de posguerras
y tantos otros regalaron a un mundo en plena orfandad sus tesoros más
valiosos, hechos de palabras.
Hoy
traemos a nuestra página, la presencia de
un personaje especial de los cuentos de hadas: La bella durmiente del bosque. Los Hermanos Grimm y Perrault fueron
quienes proyectaron la figura de esta princesa a lo largo del tiempo y a través
de diferentes geografías.
Hoy
el Mono de la tinta, nos trae a la
Bella durmiente, a través de la mirada de la poeta chilena Gabriela Mistral: La princesa será herida, / mas por gracia
del Señor,/ va a dormirse por cien años, hasta la hora del amor[2].
Haciendo uso de una cadencia musical de versos octosílabos, la escritora nos
introduce una vez más en el palacio de unos reyes de “Hace tantos, tantos años / que imposible es el contar” en el que se festeja la llegada de la vida.
Pero la vida también tiene su contracara. El mundo de la princesa se ha
dormido: Para que cuando despierte / no
se llene de terror, que se duerma el mundo todo / al callar su corazón. Recorremos
así la obra para detenernos en este otro personaje que está agazapado esperando
su momento: el sueño.
La
presencia de la muerte vinculada con el sueño es otro eje que mueve al hombre
dentro de la literatura. Desde Homero hasta nuestros días, la literatura recoge
la visión del sueño como hermano de la
muerte. La princesa dormirá o morirá hasta que un beso apasionado la
despierte: Y él se inclina hacia el
semblante/ (ya ni puede respirar)./ Y su boca besa la otra, / pálida de
eternidad,/ y las rosas de la vida/ entreabriendo suaves van…/ Y los párpados se alzan, / ¡qué pesados de
soñar!,/ y los labios desabrochan/ y diciendo lentos van:/ -¿Por qué tanto te
tardaste,/ ¡oh, mi príncipe! en llegar?[3]
En la muerte
como en el sueño, el tiempo se detiene. En esa ucronía,
el devenir de los sucesos genera nostalgia e incertidumbre en el lector: ¿qué hubiese
pasado si la Bella Durmiente no
hubiese despertado jamás? O si el príncipe no hubiese llegado a dar el beso que la salvó de los
brazos del olvido? Y qué habrá pasado con el Hada fea, turba fiestas, rompedora
de canción?
Una vez más,
Cronos intenta apoderarse de la vida y de la muerte de los personajes
literarios y como en tantas otras historias desde las épocas más remotas, el
amor ha burlado a la muerte.
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