“Los bebés
me han enseñado más sobre la lectura y la condición humana que cualquier otra
población”. Yolanda Reyes
En nuestro primer artículo, comenzamos a recorrer el mundo
de las bebetecas, ahora, nos vamos a Colombia, allí continuaremos visitando este mundo mágico
pensado y creado para los pequeños lectores. Para ello nos comunicamos con Isabel
Calderón, hija de Yolanda Reyes y una de las representantes de
Espantapájaros: proyecto cultural de animación a la lectura desde el comienzo
de la primera infancia. La propuesta es
viajar hasta la génesis del proyecto y revivir las inquietudes que dieron lugar
al nacimiento de esta gran propuesta cultural. Y así comenzó a contarnos la historia…
En 1988, Carmiña y Cristina López e Irene
Vasco fundaron la Librería Espantapájaros, la primera del país
especializada en literatura infantil. Alrededor de la librería se conformó un
equipo interdisciplinario que, además de ofrecer un acervo literario de la
mejor calidad para fomentar el placer de la lectura, comenzó a preocuparse por
crear una propuesta de formación de lectores.
Así, en 1990,
surgió Espantapájaros Taller, creado por Yolanda Reyes e Irene Vasco,
con el propósito de ofrecer opciones para la formación literaria y artística,
tanto de los niños como de los mediadores adultos –padres, madres, maestros y
bibliotecarios– y de promover una pedagogía de la lectura centrada en el gusto
por leer y en el fortalecimiento de los vínculos afectivos entre los libros y
los niños, las familias y los maestros desde la más temprana infancia.
Se asoma la voz de
Yolanda a través de su texto La casa
imaginaria y es ella misma quien define este proyecto a través de dar
respuesta a una pregunta que la inquieta:
¿Cuándo comienza, entonces, la historia del
lector? Llevo mucho intentando dar forma a esta pregunta. A través de un
trabajo que conjuga la investigación y la práctica cotidiana, he visto crecer
varias generaciones en el Taller Espantapájaros, un proyecto de educación artística y literaria para la
infancia. Este proyecto construido por muchas manos grandes y pequeñas, más
allá de un lugar real en Bogotá, ha sido una especie de “casa imaginaria” que
alberga infinidad de historias: la historia particular de cada ser humano que
se va abriendo al mundo del lenguaje y
la historia compartida pues, en el fondo, todos nos inventamos a punta de
palabras”.(Reyes 2007)[1]
Continúa Isabel
Calderón: Mientras se alza Espantapájaros
como ese lugar soñado, simultáneamente da sus primeros pasos la
Revista Espantapájaros, dirigida por Cristina y Carmiña López, con el
propósito de incentivar, cohesionar y divulgar el trabajo de los creadores
colombianos de libros para niños –autores, ilustradores y editores–, de
proponer encuentros creativos entre ellos y sus lectores y de crear nuevos
contenidos dirigidos a la infancia. En ese momento en el que se consolidaban
muchos nombres en el ámbito de la literatura infantil colombiana y otros
comenzaban a trabajar y a hacerse conocer, la revista jugó un importante papel
en la circulación y el conocimiento de esos nuevos nombres y muchas de las
figuras más reconocidas de la literatura infantil colombiana actual publicaron por
primera vez sus obras en esta revista.
El proyecto inicial
de librería, talleres pedagógicos y revista especializada se complementó, en
1992, con el Taller de Educación Inicial, un jardín infantil centrado en la
literatura y la expresión artística, que actualmente es considerado como referente
para el trabajo pedagógico en primera infancia, como escenario para realizar
prácticas universitarias y como uno de
los proyectos piloto para inspirar la construcción de lineamientos de
Educación Inicial en Colombia.
Aunque
el proyecto se ha ido transformando y ha evolucionado desde su
fundación, las primeras intuiciones apuntaban hacia una hipótesis que ahora
puede parecer obvia, pero que hace dos décadas permitía vislumbrar un camino
distinto para la formación de lectores: el de considerar a los niños como
lectores sensibles, críticos e interpretativos, desde antes de aprender a leer
en el sentido convencional[2]. Esta
hipótesis se inspiraba en el cambio de mirada sobre la lectura que entonces
comenzaba a circular tímidamente y que provenía de nuevos abordajes teóricos
relacionados con la idea del lector como un sujeto activo que, más allá de
limitarse a extraer un significado inmutable y unívoco, desplegaba una compleja
actividad psíquica para construir múltiples significados. A la luz de esos nuevos
paradigmas, los lectores de cero a seis años cobraban importancia, en tanto que
el desciframiento simbólico que tenía lugar desde el comienzo de la vida
constituía el sustrato básico de las tareas interpretativas. Las conexiones
entre la lectura y el acceso al lenguaje que comenzamos a presenciar y a
documentar fueron abriendo una puerta de vaivén entre la librería, el jardín de
infantes y los proyectos de formación de mediadores, lo cual nos
inspiró a especializarnos en la génesis de la lectura, en los albores de la
relación de los seres humanos con el lenguaje y en la primera literatura que
deja huellas en la vida.
Poética y política: la
construcción de un nuevo paradigma sobre infancia
La historia
de Espantapájaros se enmarca entre dos fechas cruciales para el
cambio de paradigma político en la concepción de infancia. En primer
lugar, la Convención de los Derechos de los Niños de 1989, aprobada por 191
países en la Asamblea General de las Naciones Unidas, se constituyó en un hito
mundial al considerar a todo niño como sujeto de derechos, superando antiguos
paradigmas basados en el asistencialismo. Desde su fundación, en
1990, Espantapájaros tomó como horizonte la Convención de los
Derechos de los Niños para plantear su trabajo con la infancia desde la
perspectiva moderna de considerar a los niños como sujetos titulares de
derechos y ciudadanos desde el comienzo de sus vidas. En concordancia con este
marco internacional, la Constitución Política de 1991, que
estableció la prevalencia de los derechos de los niños (Artículo 44)
y elevó a principios constitucionales los compromisos suscritos por Colombia en
la Convención de los Derechos del Niño, fue otro referente para
la fundamentación del Proyecto, en tanto que nos inspiró a
buscar la garantía de los derechos y a situar la lectura y la educación inicial
como pilares para hacer efectivo el derecho a la educación y a la cultura
consagrados en la Carta.
Asimismo Espantapájaros tiene
como referente el Código de la Infancia y la Adolescencia, (Ley 1098 de 2006),
en el que se establece el derecho al desarrollo integral en la primera
infancia, especificando las responsabilidades de la familia, la sociedad, las
instituciones y el Estado frente a ellos, (Artículo 10), para ofrecer una
educación pertinente y de calidad en su Jardín Infantil y en todos
sus proyectos dirigidos a la infancia.
Y así, con un dejo de nostalgia pero
sabiendo que en muchos lugares de este mundo, se encuentran sitios que acunan
las vivencias de muchos bebés y niños nos vamos con una cita de Yolanda Reyes:
“La
historia humana parece demostrarnos, desde el comienzo, que “no sólo de pan
vive el hombre”: que, más allá de estar nutridos y atendidos en el plano de lo
fisiológico, necesitamos de las palabras y del afecto del que son portadoras,
para sobrevivir.”[3]
[1]
Yolanda Reyes. (2007).La casa imaginaria:
lectura y literatura en la primera infancia. Bogotá. Norma.
[2] El
subrayado es nuestro.
[3]
Yolanda Reyes, op.cit.
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