Si yo me animé a dibujar, ¡a ver si algún nene se anima y nos manda un cuento con sus dibujos!
¡Ah, me olvidaba...feliz Navidad para todos!
Gabi Casalins
Para Belén
Lo que
sucedió aquella Nochebuena no había sucedido NUNCA. Los chicos de todo el mundo se quedaron sin
regalos. ¿Por qué? Y…, por EL
INCONVENIENTE. Sí, lo que le pasó a Papá Noel en la chimenea de mi casa nueva.
Nadie le
avisó al pobre que la chimenea no
cumplía con las normas anti- atascamiento navideño. Y es que nosotros, los chicos de la casa,
tampoco lo sabíamos. Pero lo peor vino después, porque si bien todos forcejeamos, y con Clarita le pusimos aceite y crema en la
panza y mis papás hasta llamaron a los bomberos, el pobre continuó atrancado, con medio cuerpo para afuera, a la vista de las
estrellas y después y para peor, del sol. Y TODOS sabemos que Papá Noel anda de noche y que no
l-e g-u-s-t-a para nada que lo vean de
día.
Clarita me
miró seria y mientras el labio de arriba le temblaba como cuando está por
largarse a llorar, me dijo:
-Nacho, ¿y
si después de este papelón no quiere volver? ¿Y si no quería que lo viéramos? ¿Y
si después de esto se acaba la Navidad…?
Yo me quedé
pensando y no le contesté nada, porque esas preguntas, hacía rato que me las
había hecho yo mismo, desde el momento en que escuché los pataleos y los ruidos
en el techo y lo encontré trabado.
Los
arquitectos modernos no entienden nada o
se hacen los tontos para ahorrar materiales o en los planos dibujan una cosa y
después hacen otra. La cosa es que el pobre Papá Noel se quedó atascado por
primera vez en la historia y, para peor, tuvo que ser en mi casa.
La de la
idea brillante fue la abuela Cora. Le atamos una soga debajo de los brazos y
después atamos el otro extremo al patín del trineo. Papi le gritó a Rudolph que
tiraran porque Papá Noel estaba tan apretado que su ¡JO-JO-JO! se escuchaba como un ¡Jiiiiiiiiiiiiiiii!, y los
renos no entendían nada.
Salir,
salió, a eso de las dos de la tarde, todo traspirado y con la nariz roja como
un tomate por el esfuerzo. Mamá le sirvió limonada y tía Mabel, como siempre,
aportó su comentario “DIET”:
-¿Será limonada light, no, Mecha?
Mirá que este señor debe tener un índice de grasa corporal inmenso debajo de la
casaca roja.
Papá Noel se miró la panza y le
dijo:
-¿Le parece que estoy gordo?
Tía Mabel lo miró de arriba a abajo,
como hace ella, y después se acomodó los anteojos de sol, sobre la nariz. En
seguida contestó:
-Y, si quiere le puedo recomendar a
mi nutricionista, es fantástica. Tiene unas pastillitas que son mágicas.
Y ahí nomás
sacó una tarjetita rosa que el pobre Papá Noel miró y se metió en el bolsillo.
Clari me dio
un codazo de esos que me da ella para
hacerme hablar cuando ella no sabe qué decir, porque HABÍA que decir
algo en ese momento. Yo, tartamudeando un poco, dije una gansada:
-¿Volvés
esta noche Papá Noel?
Él, con una
mirada preocupada, mientras metía la bolsa en el trineo con una mano y con la
otra se rascaba la barba, me contestó:
-Y, no, Nacho. La Nochebuena ya
pasó. Veremos el año que viene…
Y se alejó por el cielo de las dos
de la tarde mientras la gente del barrio gritaba “¡Feliz navidad! ¡Feliz
Navidad!” y mi papá se peleaba en el celular con el arquitecto por enésima vez.
*
Y sí, lo peor sucedió el año siguiente, el ocho de
diciembre para ser más preciso, cuando nos llegó el mail a casa con las fotos. El
mail decía:
“Nacho y Clari, esto es URGENTE. Faltan pocos
días para Navidad y vean lo que está pasando. En archivo adjunto van las fotos.
Estoy desesperada y ya no sé qué hacer. No sólo come comida diet, hace cinta,
bicicleta, camina 10 km diarios en la nieve sino que anda con una vincha de
toalla, muñequeras y zapatillas todo el día. El traje le queda enorme y está
chocho. El problema es GRAVE. El otro día se subió al trineo para probar el
peso de las bolsas y por más que los renos hacían fuerza, el trineo se iba para
arriba, para arriba, porque faltaba su
peso mágico para equilibrarlo. Al final se tuvieron que colgar veinte duendes
de los patines para aterrizarlo de nuevo. Y él ni se inmutó. Dijo que le pongan
unas cuantas piedras, pero ni así se soluciona este problema. Agregó para mi
asombro que él estaba cansado y que saliera
yo a repartir los juguetes. ¿Se imaginan? Está tan débil que ya ni se ríe. A
ver chicos qué se les ocurre, porque está a dieta desde diciembre del año
pasado, cuando se quedó trabado en su chimenea. LA NAVIDAD PELIGRA.
Mamá Noel DESESPERADA”.
Las fotos eran patéticas: en todas Papá Noel aparecía es shorts verdes, musculosa roja, vincha de toalla rayada en verde y rojo y zapatillas deportivas. Se había convertido en un viejito huesudo, amarillo y arrugadito y las rodillas parecían dos pelotitas de tenis en las piernas flacas. Me hizo acordar al abuelo Pedro, cuando se pone la malla para ir a pescar a la playa en Mar Azul. ¡Un horror! Con Clari nos miramos y los dos gritamos al mismo tiempo:
-¿Y la PANZA?
Porque Papá Noel ya no tenía LA
PANZA, y la culpa de todo era nuestra, de la chimenea de casa, del arquitecto y
de tía Mabel y su manía de las dietas.
-¿Qué hacemos Nacho?- me dijo Clari
mientras le temblaba el labio. Y no sé si por la desesperación o porque no me gusta que Clari llore, se me
ocurrió la IDEA.
A la tarde ya habíamos escrito el
mail. Decía:
“Chicos
del mundo: Papá Noel está a dieta, flaco y deprimido. La culpa la tiene nuestra
tía Mabel que le metió la idea en la cabeza de que estaba gordo cuando el año
pasado se quedó trancado en nuestra chimenea. ¿Se acuerdan? LA NAVIDAD PELIGRA.
Manden todos una carta con alguna golosina pidiéndole que coma. Estamos a
tiempo de recuperar “LA PANZA”.
Nacho
y Clari desde Argentina”.
A los tres días nos llegó un nuevo mail
de mamá Noel. Decía:
“Chicos:
todo OK. Llegaron más de dos millones de cartas acompañadas de galletas de
jengibre, caramelos navideños, panettones, panes dulces, turrones, y
garrapiñadas. Desde hace tres días está sentado en su trono leyendo, llorando
de felicidad y comiendo. Ya recuperó el JO-JO-JO y LA PANZA ya se le escapa del short. ¡Feliz Navidad
para todos!
Mamá Noel FELIZ”.
Y así fue que solucionamos “EL
INCOVENIENTE”, mejor dicho “LOS” varios inconvenientes.
A mi tía Mabel la agarramos después con Clari
y nos prometió comerse un pedazo de turrón la Nochebuena, cuando se enteró de
lo que había provocado. Yo creo que se asustó y ya no piensa tanto en cirugías
estéticas.
¡Ah, ya se me olvidaba! Mi papá
también consiguió que sancionaran una nueva ordenanza con las medidas
reglamentarias para las chimeneas navideñas. Ahora son todas XL.
Gabi Casalins , diciembre de 2013
Hermoso, me encanta. Muchas gracias, Gabi.
ResponderEliminarInma